Amanecer no pudo evitar sonreír. Un rubor apareció en sus mejillas y pensó que era natural sonrojarse en ese momento, así que no luchó contra ello. Brantley no pudo resistir. Corrió con los nudillos por su mejilla mientras trazaba su línea de rubor. Dioses, quería a esta pequeña hechicera. Mientras miraba sus ojos y ella los suyos avellana, el mundo parecía detenerse. Como si estuviera atraído por su magia, se inclinó y besó suavemente sus labios y una vez más ella no resistió. —Gracias —dijo suavemente contra sus labios.
Ella mordió su labio inferior carnoso y asintió.
—Necesitamos contarle esto a tus padres, y si todo está bien, me gustaría llevarte a Aztec al atardecer, para que mañana por la mañana nos casemos en el templo cuando los primeros rayos de sol aparezcan.
—¡Oh! ¿Por qué tan temprano en la mañana y crees que podremos llegar a Aztec tan pronto? —ella estaba desconcertada por su información.