Una hora más tarde, un guardia de seguridad vio acercarse una camioneta pequeña. Levantó su mano para detener a Yao Ran en la puerta. El guardia se acercó a ella, y Yao Ran bajó la ventana. Al ver que era una mujer joven y hermosa, la expresión del guardia se suavizó un poco.
—Buenos días, señorita. ¿Viene a entregar algo? —preguntó el guardia de seguridad.
—No. Mi padre tiene una villa aquí, y me pidió que viniera a buscar algo por él —respondió Yao Ran.
Después de escuchar su explicación, el guardia de seguridad frunció el ceño y dijo:
—Señorita, por favor váyase.
Yao Ran sabía que no le creía, así que encendió su teléfono y le mostró al guardia una foto.
—Este es mi padre, Lan Guanghui. Deberían saber quién es, ¿no?
El guardia de seguridad miró la foto familiar y luego a Yao Ran. Estuvo en silencio por unos segundos y luego dijo:
—Puede pasar.