El guardia revisó el fondo de la comida enlatada y encontró una pequeña estrella grabada en ella. Se volvió hacia la mujer y dijo:
—Señora, sabe que el robo se castiga con diez días de trabajo comunitario, ¿verdad?
El rostro de la mujer palideció ante sus palabras. Todos sabían que el servicio comunitario implicaba los trabajos más sucios y pesados—y sin paga.
Apresando sus manos temblorosas, levantó su barbilla desafiante.
—Tú... ¡ya lo recuperaste! ¡No puedes castigarme!
Viendo su falta de remordimiento, el líder de los guardias ordenó:
—Llévenla al centro de detención e informen a su familia. Si no pagan su fianza, será enviada a la granja por diez días de trabajo.
—Sí, señor.
Ante sus palabras, la mujer dio unos pasos hacia atrás, intentando escapar. Desafortunadamente, antes de que pudiera darse la vuelta, los guardias la agarraron de los brazos y la arrastraron.
Luchando con todas sus fuerzas, gritó:
—¡Déjenme ir! ¿Saben quién es mi esposo? ¡Todos pagarán por esto!