A diferencia de ayer, había menos gente en las calles o negociando precios con los dueños de los puestos. Después de caminar un rato, ella vio una tienda vendiendo sal.
Curiosa, Yao Ran se acercó a un trabajador y preguntó, —¿Es esta sal extraída del agua de mar?
El trabajador levantó la vista y sonrió. —Sí, pero es segura para consumir. Usamos altas temperaturas para quemar la sal después de la extracción, asegurando que no haya virus presentes.
Mirando el color amarillo quemado de la sal, Yao Ran supo que decía la verdad.
Viendo su interés, el trabajador preguntó educadamente, —¿Le gustaría comprar algo?
Yao Ran miró la etiqueta de precio, notando que 50 gramos de sal costaban cinco kilogramos de comida. Considerando que podía ganar más de 10 kilogramos por día plantando comida o produciendo agua, encontró el precio razonable.
Mientras miraba alrededor, Yao Ran notó una pizarra en la pared y preguntó, —¿También están aceptando intercambios de materiales?