Después de decir eso, Han Shuo bajó la cabeza, preparándose para la ira de su hermano Feng.
Sin embargo, más aterrador que la ira era el silencio.
Un silencio inquietantemente tranquilo, una opresión sin sonido.
Cuando levantó la vista, vio a Nan Juefeng apretando el puño, con sus rasgos originalmente refinados arrugados juntos.
—¿Están casados? Han Shuo, ¿sabes cuáles son las consecuencias de una investigación inexacta? —La voz de Nan Juefeng era suave, hablaba con una sonrisa, pero sus cejas eran como cuchillos colgando arriba, su mirada aguda y asesina.
Han Shuo se sintió intimidado, pero aún así, valientemente dio un paso adelante y entregó el documento que sostenía en su mano.