Era ligero, algo cosquilleante.
—Necesito eso.
Antes de que Su Ran tuviera tiempo de reaccionar, oyó la voz ronca y sexy de Fu Qiyuan que casi la ahogaba decir:
—Incluso si no te preocupa que otros roben a tu novio, los hombres tienden a volverse malos cuando se enriquecen.
Su Ran parpadeó.
—¿Y qué?
Fu Qiyuan rizó ligeramente los labios, su mano deslizándose lentamente hacia su espalda baja, tirando de ella suavemente hacia adelante para apoyar su frente contra la de ella.
—Soy muy rico.
Su Ran se quedó rígida por un momento, observándolo en silencio, tan cerca que podía ver sus pestañas.
Las pálidas pupilas, negro y blanco bien definidos, y reflejada en sus ojos estaba su propia silueta.
Por alguna razón, su corazón se ablandó.
Sin embargo, cuando se trató del tema de la riqueza, Su Ran recordó su gesto extravagante de esta noche.
—Hablando de eso, ¿no te pasaste un poco esta noche?
—¿Pasarme en qué?
Fu Qiyuan levantó la mirada, mirándola fijamente.