—¡No me gusta que otras personas me toquen! —Su voz resonó en su oído.
—Entonces yo también soy otra persona, tampoco debería tocarte. Date prisa y cámbiate o te resfriarás —dijo ella.
¿Por qué este hombre era tan terco? ¿Era tan agradable llevar ropa mojada que no le temía coger un resfriado?
—Eres diferente —llegó de nuevo la profunda voz, sobresaltando a Qin Qin. Miró hacia arriba hacia Mo Yunchen y se encontró perdida en sus ojos profundos y sin límites como obsidiana, ojos de fénix.
—Tonterías, cámbiate si quieres o no lo hagas —Qin Qin desvió la mirada, sin querer ver a Mo Yunchen. Su cuerpo era suyo, no de ella. ¿Por qué tendría que ayudarlo a cambiarse?
Hubo un largo silencio detrás de ella, y Qin Qin sintió una oleada de frustración. Estaba ansiosa al pensar en él saltando al agua para salvar a alguien por su culpa, y con este clima, incluso si estuviera hecho de hierro, no podría soportar llevar ropa mojada por mucho más tiempo.