—¡Qin Qin, cómo es que estos dátiles de invierno son tan deliciosos! —exclamó Padre Gan al ver a su esposa comer varios dátiles de invierno, no pudo evitar tomar uno y comérselo.
—Estos son los frutos y el Té Espiritual de mi huerto, los riego con una fórmula especial, por eso saben muy bien y comerlos regularmente también es beneficioso para la salud —dijo suavemente Qin Qin.
—¿Es increíble? —Padre Gan sostuvo un dátil de invierno en su mano y se sintió extremadamente asombrado, ya que era la primera vez que escuchaba sobre tal fruta milagrosa.
—Qin Qin, tú también tienes un huerto, ¡vamos a visitarlo algún día! —dijo Gan Tiantian, quien amaba divertirse, en cuanto escuchó las palabras de Qin Qin.
—Sí, vamos a echar un vistazo otro día —dijeron la Señora Tang y Tang Xin, quienes también expresaron su interés.
—Claro, en unos días, cuando esté de permiso y el Jardín Espiritual esté mayormente cuidado, podemos ir todos juntos.