—Doscientos yuan —curvó sus labios en una sonrisa fría Qin Qin.
—Ah, es una pérdida, pero conduzco mi negocio con honestidad y no puedo soportar ver que otros sean engañados. Entonces, ¿qué te parece si te compro el prendedor por trescientos yuan, de esa manera obtienes una ganancia de cien yuan? ¿Qué opinas? —preguntó el dueño de la tienda.
—No es mucho. Pensé que esta Tienda de Antigüedades Juqi era un lugar de buena reputación, solo para descubrir que es una tienda que engaña a sus vendedores —un brillo frío destelló en los ojos de Qin Qin.
En ese momento, un cliente entró y al escuchar lo que Qin Qin dijo, se detuvo en seco. Las caras del dueño de la tienda y su esposa se tornaron desagradables.
—Jovencita, ¿cómo puedes decir disparates? ¿Cuándo ha engañado la Tienda de Antigüedades Juqi? Por un prendedor roto, incluso te estoy dejando ganar cien yuan, y aún así me acusas así —el dueño parecía muy enojado.