Severian se levantó tarde, con el rostro iluminado de manera molesta por los rayos del sol que se filtraban sin piedad a través de las ventanas desnudas. Había olvidado bajar las persianas la noche anterior y ahora el calor empezaba a impregnar el aire del cuarto con una sensación sofocante. Soltó un suspiro pesado, entre molesto y resignado, mientras se frotaba el rostro con las manos, tratando de disipar el entumecimiento del sueño. Se incorporó con cierta pereza y, tambaleante, caminó hasta la ventana para cerrar las persianas de golpe, oscureciendo la habitación en un instante. Odiaba el sol, odiaba el calor pegajoso que se filtraba en su piel, esa sensación de incomodidad que le hacía sudar sin siquiera moverse demasiado.
Se pasó la mano por el cabello negro azabache, enredado y ligeramente desordenado, con mechones rebeldes que caían sobre su frente. Se paró frente al espejo de cuerpo completo que tenía en la habitación y observó su reflejo con una mirada neutra, casi indiferente. Sabía que muchas personas lo consideraban atractivo. Su rostro tenía una simetría casi perfecta, con facciones afiladas y elegantes. Su piel pálida, le daba un aire etéreo, como si hubiera pasado demasiado tiempo alejado del sol. Sus ojos de un gris frío y metálico reflejaban una inexpresividad inquietante, un vacío que a veces ni él mismo comprendía del todo.
Suspiró de nuevo, perdiéndose en su propio reflejo durante unos segundos antes de apartar la mirada. Con sus veintiún años recién cumplidos, tenía un físico delgado pero marcado, con músculos definidos más por naturaleza que por esfuerzo. Medía 1.78 metros, una altura promedio que le permitía moverse con agilidad. No tenía intención de salir ese día; para espabilarse el sueño que aún pesaba en su cuerpo decidió darse un baño. Se desvistió sin apuro, dejando caer la ropa descuidadamente en el suelo antes de meterse bajo el agua tibia de la ducha. Permaneció allí por un rato, con la mirada perdida en la cerámica de las paredes, dejando que el agua resbalara por su piel y despejara su mente.
Al salir, se secó con calma y se vistió con ropa cómoda: una playera de manga larga gris blanquecina, pantalones negros y unos tenis oscuros. Caminó por su departamento, sintiendo el eco de sus propios pasos en el silencio. Su apartamento era espacioso, el privilegio de ser hijo de una familia adinerada. Aunque vivía solo, el lugar tenía todas las comodidades que podía desear: un amplio salón con ventanales enormes que daban hacia la ciudad, muebles de diseño moderno en tonos sobrios, una cocina impecablemente equipada y un dormitorio que podría rivalizar con el de un hotel de lujo. Pero, a pesar de todo, el lugar se sentía vacío, como si fuera más un espacio de exhibición que un hogar real.
Se dirigió a la cocina y comenzó a preparar su desayuno con movimientos mecánicos. Sacó chorizo y queso, los calentó en una sartén hasta que la grasa chisporroteó en el metal caliente. Tomó unas tortillas de harina y las pasó por el fuego, sintiendo el aroma de la comida llenar el ambiente. Con cuidado, agregó un poco de limón y salsa picante, preparando un par de tacos improvisados. Abrió el refrigerador y sacó un jugo de naranja que había comprado hacía unos días. Se sentó a la mesa y comió sin prisa, saboreando cada bocado, disfrutando de la sensación de la comida caliente en su boca.
Terminado el desayuno, se dirigió a la sala y encendió su consola. El sonido de inicio del sistema llenó la habitación, y la pantalla del televisor se iluminó con el menú de juegos. Sus dedos se deslizaron sobre el control, a punto de seleccionar un juego, cuando una vibración extraña recorrió el suelo bajo sus pies.
Primero fue apenas un murmullo, una leve sacudida, pero en cuestión de segundos, el departamento entero comenzó a temblar con fuerza. Las lámparas colgantes oscilaban de un lado a otro, los vasos en la cocina tintineaban al borde de caer, y un ruido sordo retumbó desde las paredes, como si el edificio mismo se estuviera quejando.
Su corazón se aceleró y se puso de pie de golpe, un temblor fue lo primero que pensó. Sus instintos le gritaban que corriera, que saliera del departamento cuanto antes. Estaba a punto de lanzarse hacia la puerta cuando, de repente, el aire en la sala pareció rasgarse.
Justo frente a él, en medio del espacio, se abrió un portal dorado. Era una grieta luminosa que palpitaba con una energía desconocida, expandiéndose y contrayéndose como si estuviera viva. La luz que emanaba de su interior cegaba la vista, y una extraña presión comenzó a llenar el ambiente, haciendo que su piel se erizara.
Antes de que pudiera reaccionar, sintió una fuerza invisible que lo succiono hacia el portal. Sus pies se deslizaron involuntariamente por el suelo, como si una corriente de aire lo estuviera arrastrando con una potencia imparable. Se aferró al sofá, a la mesa, a cualquier cosa que pudiera ofrecerle resistencia, pero la fuerza era demasiado intensa.
El sonido a su alrededor se distorsionó, transformándose en una cacofonía amorfa, un eco lejano que parecía provenir de todos lados y de ninguno a la vez, como si estuviera sumergido en un océano de vibraciones sin dirección. La presión en su pecho aumentó de forma insoportable, como si algo invisible estuviera exprimiendo el aire de sus pulmones. Trató de gritar, pero su voz quedó atrapada en su garganta, estrangulada por la sensación de ser arrastrado por una corriente incontrolable.
Luego, todo explotó en una cascada de sensaciones ilógicas. Vio colores que no deberían existir, como si su visión hubiera sido desarmada y reconfigurada por una entidad ajena a toda lógica humana. Escuchó luces y olió sonidos, sintió sabores en su piel y percibió el paso del tiempo como una sucesión de imágenes fracturadas, donde cada instante parecía alargarse en la eternidad para luego colapsar en el siguiente en un parpadeo fugaz. Su cuerpo fue reducido a un punto de energía pura, sin forma ni dirección, atrapado en una espiral de caos absoluto.
Hasta que cayó.
El impacto fue brutal. Su cuerpo chocó contra una superficie dura y áspera, arrancándole el aliento en un jadeo entrecortado. Una ola de dolor se expandió desde su espalda hasta cada extremidad, como si sus huesos se hubieran convertido en metal vibrando por la fuerza del impacto. Tosió, sintiendo un sabor metálico en la boca, y con gran esfuerzo logró abrir los ojos.
El suelo bajo él era de un tono grisáceo, rugoso como piedra tallada, pero con una textura extrañamente homogénea, como si no hubiera sido esculpido por manos humanas, sino formado por algo ajeno a toda naturaleza. Cuando recobró algo de estabilidad, se incorporó lentamente, sus músculos temblando por el esfuerzo, y entonces lo vio.
No estaba solo.
Cientos, tal vez miles de personas caían del cielo, emergiendo de portales dorados suspendidos en lo alto como grietas luminosas en la misma realidad. Los cuerpos descendían en caída libre, algunos golpeando el suelo con un sonido seco y alarmante, otros logrando amortiguar el impacto con movimientos instintivos. Eran personas de todas las edades y orígenes, rostros de distintas etnias y contexturas, cabellos de diversos colores y pieles con tonalidades de cada rincón del mundo. La vestimenta de cada uno variaba enormemente: algunos llevaban ropa casual como la suya, otros vestían trajes elegantes, ropas tradicionales de diferentes culturas o incluso atuendos que parecían sacados de épocas antiguas.
El sonido de los gemidos, jadeos y gritos confundidos llenaba el ambiente. Había llanto, quejas y algunas voces que ya se alzaban en desesperación. Una cacofonía de idiomas se entrelazaba sin sentido, formando una marea de palabras que Severian no podía descifrar. Nadie parecía entenderse. Todos estaban atrapados en la misma incertidumbre, arrojados sin explicación a este lugar extraño e inhumano.
De un portal cayo una joven a su lado, su expresión una mezcla de miedo y desconcierto. Su piel era de apariencia suave y clara, su cabello de un color melocotón vibrante que caía en ondas sedosas sobre sus hombros. Su figura era esbelta pero bien proporcionada, con curvas que hablaban de una feminidad delicada pero marcada. Llevaba un uniforme de colegiala de diseño elegante, una falda corta y ajustada que contrastaba con su blusa impecable, ajustada al cuerpo, acentuando su busto generoso y una cintura estrecha. Sus piernas largas y bien formadas estaban cubiertas por medias oscuras, y sus ojos grandes y expresivos destellaban con una mezcla de angustia y súplica mientras se voltearse y acercarse a él con un paso apresurado y torpe, lo tomo de los brazos.
Severian notó que sus labios se movían con rapidez, pronunciando palabras que para él no tenían sentido. Su tono denotaba urgencia, pero el idioma en el que hablaba era completamente ajeno a él. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que la barrera del lenguaje era un problema común: todos hablaban, pero nadie parecía entenderse.
Antes de que pudiera hacer o decir algo, una sensación extraña recorrió su cuerpo.
Frente a sus ojos, una pantalla dorada apareció de la nada, flotando en el aire con un resplandor tenue. Era una interfaz digital, pero no necesitaba tocarla para leer lo que mostraba.
[Ficha de Estado – Severian Duskveil]
Nombre: Severian Duskveil
Raza: Humano
Edad: 21 años
Clase: Sin Clase
Nivel: 1
Título: Ninguno
Atributos:
Fuerza: 13
Destreza: 14
Constitución: 20
Inteligencia: 40
Sabiduría: 32
Carisma: 70
Estadísticas
Vida (HP): 100/100
Mana (MP): 600/600
Resistencia Física: Media
Resistencia Mágica: Media
Velocidad: Normal
Habilidades:
"Nueva" Lengua Universal – Nivel Máximo
[Otorga la capacidad de entender y comunicarse en cualquier idioma hablado dentro de este mundo. Se aplica de forma automática y pasiva.]
Severian tragó saliva, su mente aún luchando por asimilar lo que acababa de ocurrir.
Sus ojos continuaban clavados en la pantalla flotante frente a él, los números y palabras brillando con un resplandor tenue que parecía no pertenecer a ninguna tecnología que conociera. A pesar de su asombro, el instinto de supervivencia lo obligó a reaccionar con rapidez. De inmediato, las palabras de la chica, antes un murmullo incomprensible, cobraron sentido con una claridad inquietante.
—¿Dónde estamos? ¿Qué está pasando? —preguntó ella, su voz temblorosa, cargada de pánico mientras miraba a su alrededor con desesperación.
La chica que se le había acercado dio un pequeño paso atrás, todavía temblando. Su piel pálida estaba perlada de un leve sudor, y su respiración era agitada, como si acabara de correr una maratón. Su mirada saltaba de Severian, al caos a su alrededor, como si buscara desesperadamente una respuesta que nadie tenía.
—Este... no lo sé. Y por favor, dame espacio —murmuró Severian, sintiendo una irritación creciente.
Su tono no había sido especialmente agresivo, pero la chica pareció encogerse levemente ante su respuesta. A pesar de eso, no retrocedió demasiado. Sus grandes ojos reflejaban una mezcla de miedo y confusión y Severian estaba igual pero intentaba ocultarlo o controlarlo lo mejor que pudiera.
"¿Por qué se me acercó esta niña?" pensó, sintiendo un leve fastidio. Miró a su alrededor.
Severian chasqueó la lengua. Quizás la chica se había acercado a él por su apariencia. No era difícil de imaginar; en aquel lugar, los hombres jóvenes y de aspecto presentable escaseaban. La mayoría eran adultos de mediana edad, adolescentes desgarbados o individuos que parecían haber pasado la mayor parte de su vida encerrados en una oficina. Muy pocos podían considerarse realmente atractivos. O tal vez porque me veo con más seguridad.
Las mujeres, en cambio, eran más diversas. Había muchas jóvenes, otras un poco mayores, pero ninguna que superara los cuarenta o cincuenta años.
La multitud seguía sumida en el caos. Gente sollozando, otros gritaban nombres que nadie respondía. Algunos se agarraban la cabeza con desesperación, mientras que otros simplemente estaban paralizados en el suelo, como si su mente se negara a procesar la realidad en la que se encontraban.
Severian apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que un sonido desgarrador sacudiera el aire, un estruendo sobrenatural que pareció retumbar dentro de los huesos de todos los presentes. No era simplemente fuerte; era un sonido que traía consigo algo primitivo, una sensación de absoluta insignificancia ante una entidad superior.
Los gritos y el murmullo de la multitud se silenciaron en cuestión de segundos, ahogados por la aparición de una figura descendiendo desde lo alto del cielo.
La criatura—o mejor dicho, la mujer—era de una belleza casi irreal. Su apariencia casi etérea que parecía irradiar un resplandor propio, y su cabello, largo y sedoso, caía en ondas perfectas como si la gravedad misma se rehusara a tocarlo. Su rostro tenía una perfección imposible: labios bien formados, ojos de un azul gélido, nariz fina y rasgos esculpidos con precisión divina.
Pero lo que realmente captaba la atención no era su rostro ni su ropa, un vestido de tela traslúcida que flotaba alrededor de su cuerpo como una extensión de su propia esencia. Lo más impactante eran sus alas. No dos, ni cuatro, sino ocho majestuosas alas blancas que se extendían con gracia y cada una de sus plumas parecían estar hechas de luz sólida. Cuando batía ligeramente aquellas extremidades, una lluvia de polvo dorado caía a su alrededor, disipándose antes de tocar el suelo.
—Felicidades, humanos —su voz era fría y armoniosa, carente de cualquier emoción humana—. Han sido elegidos para entretener a los dioses.
Severian sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda. No era solo su voz, era el peso de su presencia. No había un atisbo de compasión en sus palabras, ni el más mínimo rastro de preocupación por el caos y el terror que se extendía a su alrededor.
—¿¡Qué demonios significa eso!? —gritó un hombre robusto con acento europeo, su rostro enrojecido por la furia y el miedo.
—¡Esto tiene que ser una broma! ¡No somos juguetes de nadie! —espetó otra persona, una mujer de mediana edad con el rostro desencajado.
—¡Devuélvanos a casa! ¡No queremos estar aquí!
Las voces de protesta crecieron rápidamente, un torrente de gritos que exigían explicaciones, respuestas, justicia. Pero la mujer alada ni siquiera parpadeó. Su expresión se mantuvo inmutable, sin rastro de interés por sus súplicas.
—No hay vuelta atrás —dijo simplemente, con la misma calma impasible—. No importa de dónde han venido, su propósito ahora es uno solo: sobrevivir y entretener a los dioses.
La desesperación de la multitud se intensificó, algunos cayendo de rodillas, otros maldiciendo al cielo, otros llorando en silencio. Severian observó todo con una mirada afilada. No era un idiota. Comprendía que no tenía sentido gritar o patalear. La situación era lo que era, y perder tiempo en desesperarse solo los haría más débiles.
—Ahora —continuó la mujer—, escojan su clase.
De repente, frente a cada persona, cientos de cartas flotantes aparecieron de la nada. Se movían con un leve fulgor, girando sobre sí mismas como si esperaran ser escogidas.
Severian miró las suyas. El mazo ante él tenía una variedad de colores: grises, verdes, azules, plateadas, doradas, platinos, moradas y una única roja.
Sin dudarlo, extendió la mano hacia la roja, la más llamativa, la que intuía que debía ser la mejor. Pero justo cuando sus dedos estaban a punto de tocarla, la carta se desvaneció en el aire, como si nunca hubiera estado allí.
—Mierda —maldijo entre dientes.
No tuvo tiempo de lamentarse. Instintivamente, su mano se dirigió a una de las cartas moradas, la segunda más rara del mazo. Apenas pudo ver el dibujo en ella antes de que, al tocarla, un destello de luz cegadora lo envolviera.
Una nueva pantalla apareció frente a sus ojos, esta vez morada.
[Clase escogida: Nigromante]
Nivel: 1
Rareza: SSS
Tipo: Mágico – Invocador
Descripción: Poder que otorga el dominio absoluto sobre la muerte y los muertos. Permite al usuario revivir a los caídos y convertirlos en guerreros implacables, sus cuerpos y almas manipulados por las fuerzas oscuras. Su poder crece exponencialmente a medida que más almas se someten a su control.
Habilidades Principales:
Ejército de la Muerte – Nv:1
• El usuario puede revivir hasta 50 cadáveres y transformarlos en sus soldados bajo su absoluto control.
• Los cuerpos revividos mantienen la apariencia que tenían al momento de su muerte, pero sus pieles se oscurecen a un tono negro azabache, con un resplandor rojo que emana de su interior. Sus ojos brillan intensamente con el mismo color.
• Los soldados revividos son inmunes al dolor, la fatiga y al daño convencional; siguen combatiendo incluso si les arrancan extremidades. Se regeneran cuando se les inyecta el mana del portador.
• Son leales al Nigromante, sin conciencia de sí mismos, pero mejoran con cada orden ejecutada.
Comandante de los Muertos – Nv:1
• El usuario puede seleccionar uno de sus soldados como un Comandante de los Muertos, quien es más fuerte, rápido y resistente que los demás.
• Este Comandante conserva fragmentos de su conciencia y personalidad pasada, pudiendo comunicarse con el Nigromante.
• El Comandante tiene acceso a un subconjunto de habilidades únicas, como la táctica avanzada en combate y el poder de resucitar un número reducido de soldados caídos por su cuenta.
Llamado del Abismo – Nv:1
• Si el Nigromante pierde soldados en batalla, puede sacrificar su mana para revivirlos de inmediato.
Portal de las Sombras – Nv:1
• El usuario puede invocar un portal oscuro que emerge del suelo, permitiendo traer a sus soldados directamente a su ubicación o enviarlos a una posición específica en el campo de batalla.
• También puede usar este portal como medio de escape, permitiéndole desaparecer en la oscuridad y trasladarse instantáneamente a una distancia corta, dejando atrás solo un rastro sombrío.
• La invocación del portal es sigilosa y difícil de detectar, incluso para los enemigos más perceptivos.
Cementerio Sombrío – Nv:1
• El Nigromante tiene la capacidad de almacenar sus 50 soldados dentro de una dimensión oscura llamada el "Cementerio Sombrío".
Severian exhaló lentamente, sus ojos recorriendo la descripción de su nueva clase.
—Esto… es una locura.
Pero no tuvo tiempo para procesarlo.
A su alrededor, la gente terminaba de escoger sus clases. Algunos estaban sorprendidos, otros parecían emocionados. Pero antes de que alguien pudiera reaccionar del todo, la mujer alada habló de nuevo.
—Las elecciones han sido hechas —declaró la mujer alada con la misma voz inmutable, su tono helado impregnado de una indiferencia absoluta—. Ahora comienza el tutorial.
Antes de que alguien pudiera reaccionar, antes de que surgieran más gritos o preguntas desesperadas, el suelo bajo sus pies tembló. Un crujido resonó en el aire, un sonido profundo, como si la misma tierra estuviera gimiendo de dolor. Luego, sin advertencia alguna, se fracturó.
El pánico fue instantáneo.
—¡Mierda, el suelo! —gritó alguien.
—¡Vamos a caer!
—¡Corran!
Pero no había adónde correr. Un rugido sordo, como el de una bestia ancestral despertando de su letargo, surgió de las profundidades de la tierra. Y entonces, las fisuras se extendieron a una velocidad aterradora, abriéndose como bocas hambrientas que tragaban todo a su paso. No hubo tiempo para correr, para reaccionar, ni siquiera para gritar. La multitud cayó en el abismo oscuro que se formó bajo ellos, arrastrados sin resistencia, lanzados al vacío como simples muñecos desprovistos de control sobre su destino.
Severian sintió cómo su estómago se revolvía cuando la gravedad lo reclamó, el viento rugiendo en sus oídos mientras caía. Alrededor de él, decenas de cuerpos descendían sin rumbo, algunos retorciéndose en el aire, otros con los ojos abiertos de par en par en un terror mudo. No había fin a la caída. Solo la negrura infinita, el vértigo y la sensación de que jamás volvería a tocar el suelo.
Y entonces, en un parpadeo, todo cambió.
Su cuerpo fue envuelto por una luz violácea, una energía que quemaba y helaba al mismo tiempo. Una sensación de presión le atenazó el pecho, como si una mano invisible lo apretara con fuerza. El aire se volvió denso, opresivo, y por un momento sintió que su misma existencia estaba siendo filtrada, descompuesta en partículas minúsculas y ensamblada de nuevo.
Cuando la luz se disipó, Severian ya no estaba cayendo.
El impacto fue brutal. Su cuerpo golpeó el suelo con la violencia de un muñeco de trapo lanzado desde una gran altura. Un dolor agudo recorrió su espalda y sus costillas cuando rodó pesadamente por el suelo húmedo y cubierto de musgo. Sintió cómo la piel de sus brazos se rasgaba al rozar la áspera corteza de una raíz sobresaliente. Un espasmo le recorrió el cuerpo y, durante unos segundos, el aire se negó a regresar a sus pulmones. Tosió con fuerza, y un sabor ferroso inundó su boca. Sangre.
Se quedó tendido por un instante, intentando recuperar el aliento, sintiendo su pecho subir y bajar con dificultad. Sus extremidades estaban entumecidas por la brutalidad de la caída, y la negrura de su visión se llenaba de manchas danzantes. Cada latido de su corazón resonaba con un eco sordo en sus sienes. Pero no podía quedarse allí. No sabía dónde estaba, pero la inquietante sensación de peligro era como un peso en su pecho.
Con esfuerzo, se obligó a incorporarse, apoyando una mano temblorosa en el suelo. La textura húmeda y fangosa del musgo se pegó a su piel. Se sentía frío y viscoso, como carne muerta. Sus piernas protestaron cuando intentó ponerse de pie, pero no le quedó otra opción. Se sostuvo con dificultad y parpadeó varias veces para despejar la visión borrosa.
Lo primero que notó fue el ambiente.
Un bosque. Pero no cualquier bosque.
La oscuridad era absoluta. No había luna ni estrellas, solo una negrura densa, sofocante, como si el mundo entero estuviera atrapado dentro de un ataúd colosal. La única luz provenía de hongos bioluminiscentes dispersos por el suelo, emitiendo un resplandor mortecino en tonos azulados y verdosos. Se mecían ligeramente con la brisa, como si respiraran, como si estuvieran vivos y atentos a su presencia.
Los árboles eran monstruosos. Sus troncos retorcidos y nudosos parecían huesos deformes cubiertos de una corteza rugosa y agrietada. Sus ramas eran como garras esqueléticas que se extendían en todas direcciones, formando una cúpula de pesadillas que bloqueaba cualquier atisbo del cielo. Sus hojas eran negras, crujientes, y cada vez que se agitaban con el viento producían un sonido seco y desagradable, como piel quemada desprendiéndose de un cadáver.
El aire era espeso. Cada inhalación se sentía pesada, como si la misma atmósfera estuviera impregnada de algo enfermizo. Un olor a humedad y descomposición se mezclaba con un matiz metálico, acre, que se quedaba pegado en la garganta. El suelo bajo sus pies era irregular, cubierto de una gruesa capa de musgo negro que parecía palpitar débilmente, como si estuviera vivo. Raíces gruesas y nudosas sobresalían de la tierra, serpenteando como serpientes petrificadas, listas para atrapar a cualquier incauto.
A lo lejos, un riachuelo serpenteaba entre las sombras. Su agua era espesa, opaca, y su corriente fluía con un sonido inquietante, similar a un murmullo bajo y constante. No era el sonido de un arroyo común, sino algo más siniestro, como un coro de voces ahogadas susurrando en la distancia.
Severian giró la cabeza en busca de alguien más, de alguna señal de los otros miles de personas que habían sido transportadas junto con él. Pero no había nadie. Solo la negrura, los árboles deformes y el sonido lejano del agua corrompida. La soledad era opresiva.
Entonces, algo irrumpió en la escena.
Un resplandor súbito, etéreo, apareció flotando frente a él. Una enorme ventana luminosa surgió de la nada, con palabras escritas en un idioma que comprendía a la perfección a pesar de que no recordaba haberlas leído antes.
[Sistema de Prueba - Tutorial de Supervivencia]
Objetivo: Sobrevive al tutorial y supera los cuatro niveles.
Condiciones:
• El bosque está lleno de criaturas hostiles. Mantente alerta.
• No hay segundas oportunidades. Si mueres aquí, es el final.
• Usa tu clase y habilidades sabiamente. La adaptación es clave.
• El tiempo es limitado. Cada nivel debe completarse antes de que la cuenta regresiva llegue a cero.
• Aquellos que no avancen serán eliminados.
Tiempo restante para que empiece el primer nivel: 3 horas.
La ventana parpadeó una vez y se quedó suspendida en el aire, flotando con un brillo tenue. Severian sintió cómo el frío se apoderaba de su columna vertebral.
No había información sobre qué clase de criaturas hostiles lo acechaban. No había pistas sobre qué significaba exactamente "eliminados". Pero no necesitaba que se lo explicaran. Lo comprendía con una claridad escalofriante. Significaba muerte.
La inmensidad del bosque a su alrededor se cerraba sobre él como una jaula viva. Las sombras entre los árboles eran densas y espesas, como si la misma oscuridad tuviera peso, formando figuras deforme que parecían moverse con una presencia casi tangible. Un sudor frío le recorrió la nuca. Su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con brusquedad. ¿Qué carajo estaba pasando? Su mente estaba hecha un caos. Apenas unos minutos antes estaba en su departamento, su vida era normal, estructurada, cómoda. No era un jodido aventurero ni un asesino. Nunca había tenido que luchar por su vida. Y ahora… ahora estaba aquí, en este lugar imposible, en un juego de supervivencia donde el fracaso significaba la muerte.
El aire era espeso, cargado de humedad y un leve aroma metálico, similar al hierro viejo, a sangre seca. Respirar se sentía distinto, pesado, como si el mismo ambiente intentara aferrarse a sus pulmones. Cada bocanada que tomaba era una confirmación de que esto no era un sueño.
Se obligó a calmarse. Hiperventilar no le serviría de nada. Se llevó la mano a la cara, notando que estaba sudando, sus dedos temblaban ligeramente. Cerró los ojos por un momento, inhaló y exhaló lentamente. Necesitaba información.
Recordó vagamente lo que la mujer alada había mencionado sobre las clases y el sistema de habilidades. Si esto era un "juego", debía haber una forma de ver sus propias estadísticas. Se concentró en la idea, intentando recordar cómo activar su estado, y en su visión apareció un icono extraño, translúcido, casi como una ilusión flotando en su periferia.
Parpadeó y fijó su mirada en él. La reacción fue inmediata.
[Ficha de Estado – Severian Duskveil]
Nombre: Severian Duskveil
Raza: Humano
Edad: 21 años
Clase: Nigromante
Rareza: SSS
Tipo: Mágico – Invocador
Número actual de soldados: 0
Nivel: 1
Título: Ninguno
Atributos:
Fuerza: 13
Destreza: 14
Constitución: 20
Inteligencia: 40
Sabiduría: 32
Carisma: 70
Estadísticas:
Vida (HP): 100/100
Mana (MP): 600/600
Resistencia Física: Media
Resistencia Mágica: Media
Velocidad: Normal
Habilidades:
Lengua Universal – Nivel Máximo
[Otorga la capacidad de entender y comunicarse en cualquier idioma hablado dentro de este mundo. Se aplica de forma automática y pasiva.]
"Nuevo" Ejército de la Muerte – Nv:1
[Como nigromante, el usuario puede revivir hasta 50 cadáveres y transformarlos en sus soldados bajo su absoluto control. Los soldados revividos son inmunes al dolor, la fatiga y al daño convencional; siguen combatiendo incluso si les arrancan extremidades. Se regeneran cuando se les inyecta el mana del portador. Los soldados revividos son leales y fieles al Nigromante incondicionalmente.]
"Nuevo" Comandante de los Muertos – Nv:1
[El usuario puede seleccionar uno de sus soldados como un Comandante de los Muertos, quien es más fuerte, rápido y resistente que los demás. Este Comandante conserva fragmentos de su conciencia y personalidad pasada, pudiendo comunicarse con el Nigromante.]
"Nuevo" Llamado del Abismo – Nv:1 (costo 10 de mana)
[Si el Nigromante pierde soldados en batalla, puede sacrificar su mana para revivirlos de inmediato.]
"Nuevo" Portal de las Sombras – Nv:1 (costo 20 de mana)
[El usuario puede invocar un portal oscuro que emerge del suelo, permitiendo traer a sus soldados directamente a su ubicación o enviarlos a una posición específica en el campo de batalla. También puede usar este portal como medio de escape, permitiéndole desaparecer en la oscuridad y trasladarse instantáneamente a una distancia corta, dejando atrás solo un rastro sombrío.]
"Nuevo" Cementerio Sombrío – Nv:1
[El Nigromante tiene la capacidad de almacenar sus 50 soldados dentro de una dimensión oscura llamada el "Cementerio Sombrío".]
"Nuevo" [Inventario]
Severian parpadeó varias veces, intentando procesar lo que veía.
"¿No estoy demasiado roto?" pensó con incredulidad. Su mano se dirigió instintivamente hacia la pestaña de inventario y, al tocarla, una nueva interfaz se desplegó. Era un espacio negro con compartimentos organizados por íconos pequeños. Había secciones para armas, armaduras, pociones y objetos misceláneos. La mayoría estaban vacías, excepto por un único objeto en un recuadro titilante.
Extendió la mano y seleccionó el objeto.
[Paquete de Nuevo Jugador]
Al activarlo, un destello dorado iluminó el espacio frente a él, y un pequeño cofre negro de bordes plateados apareció flotando en el aire.
Con cierta cautela, Severian extendió la mano y tocó la tapa del cofre.
Un chasquido sordo resonó cuando la tapa se abrió por sí sola. Dentro, encontró varios objetos organizados meticulosamente.
• Túnica de Aprendiz Nigromante
Clase: Prenda
Rareza: Común
[Ofrece una ligera resistencia a cortes y perforaciones. Reduce ligeramente el consumo de mana al usar habilidades de nigromancia].
+5 de resistencia mágica
+3 de regeneración de mana por segundo
• Espada Larga de Acero Oscuro
Clase: Arma
Rareza: Común
[Hecha de un metal negro desconocido. Su hoja es larga y delgada, con un filo irregular que brilla con un matiz oscuro bajo la luz. Su empuñadura está envuelta en cuero desgastado, con una cruz de guarda simple y un pomo metálico con una leve inscripción en un idioma antiguo].
+10 de fuerza
+5% absorción de mana al impactar
• Pociones de Curación x3
Clase: Consumible
Rareza: Común
[Restaura 50 HP al instante].
• Cristal de Almacenamiento de Mana x1
Clase: Consumible
Rareza: Raro
[Permite recuperar 100 MP al ser triturado en la mano].
Severian tomó la espada de inmediato. La levantó con ambas manos, sintiendo el peso bien distribuido a lo largo de la hoja. No era ligera ni pesada, se sentía justa, equilibrada. La movió ligeramente en el aire, trazando cortes invisibles mientras intentaba acostumbrarse a la sensación.
Nunca había tenido que usar un arma en combate real, pero no era completamente ignorante. Había tomado clases de esgrima durante algunos años y era coleccionista de réplicas de películas y sagas de fantasía. Al menos entendía lo básico: agarre, posturas, estocadas. Pero una cosa era jugar con acero en un ambiente controlado y otra muy distinta era tener que usarlo para matar.
El solo pensamiento le revolvía el estómago.
Guardó la espada en su vaina y, con un simple movimiento, almacenó el resto de los objetos en su inventario. Fue sencillo, solo tuvo que tocar cada objeto y visualizarlo dentro del menú.
El sistema no parecía tener un límite de carga.
Eso era bueno, supuso.
Como sea, se puso la túnica. La Túnica de Aprendiz Nigromante era negra y de aspecto raído, con una capucha amplia que le permitiría ocultar su rostro en las sombras. Las mangas eran largas y holgadas, con bordes ligeramente deshilachados, como si hubieran sido usadas durante años. La tela tenía un tacto áspero, pero era sorprendentemente ligera y maleable. Le llegaba hasta las pantorrillas, como una gabardina, lo que le proporcionaba una movilidad decente sin comprometer la protección. Al ajustar el cinturón de su pantalón negro, sintió que la túnica se asentaba bien sobre su cuerpo.
La espada tenía una correa de sujeción, lo que le permitió atarla firmemente a su costado. La sintió chocar contra su muslo con cada movimiento. No estaba acostumbrado a llevar un arma consigo, pero tendría que adaptarse. Se preguntó si sería capaz de usarla si llegaba el momento, si podría hundir el acero en la carne de otro ser vivo.
No había tiempo para ese tipo de pensamientos.
Miró la ventana del sistema.
Tiempo restante para el inicio del "Tutorial de Supervivencia": 2:45:23
Aún faltaban más de dos horas para que todo comenzara.
Así que empezó a caminar.
El bosque se alzaba a su alrededor, un laberinto de sombras y susurros. Cada paso sobre la maleza húmeda producía un sonido sordo y pegajoso, como si el suelo quisiera aferrarse a sus botas. A su alrededor, troncos nudosos se retorcían hacia el cielo, enredándose entre sí como si fueran extremidades deformes que intentaban escapar de la tierra. El aire estaba impregnado de un olor extraño, una mezcla de humedad, putrefacción y un leve toque metálico que le recordó al óxido de la sangre seca.
El silencio no era absoluto. Algo se movía entre los árboles. Severian se detuvo en seco.
El sonido era leve, casi imperceptible. Un susurro de hojas moviéndose sin viento, un crujido ligero, como si algo pequeño—o algo grande y cuidadoso—se estuviera desplazando.
No estaba solo.
Su pulso se aceleró. Instintivamente llevó la mano al mango de su espada, sus nudillos se tensaron alrededor de la empuñadura. Sus ojos se entrecerraron, explorando la penumbra entre los troncos, buscando cualquier anomalía, cualquier sombra que no coincidiera con el entorno.
Nada. Esperó. El sonido desapareció. El silencio se hizo aún más opresivo.
Siguió caminando, esta vez con más cautela. Sus pasos eran calculados, su respiración medida. Si algo lo acechaba, no pensaba quedarse quieto esperando que lo atacara.
Se adentró más en el bosque, sus ojos adaptándose a la oscuridad. La luz de los hongos bioluminiscentes creaba un ambiente fantasmal, proyectando sombras vibrantes que parecían moverse con vida propia.
El tiempo pasaba lentamente.
Caminó sin rumbo fijo, su mente dividida entre la alerta constante y el intento de comprender su situación. Había sido arrancado de su mundo, lanzado a este lugar sin advertencia ni preparación. Se le había dado una clase de nigromante, habilidades poderosas pero incomprensibles, y un sistema que parecía regir las reglas de su nueva realidad.
No tenía idea de qué más podía esperar. Pero sí sabía algo. No podía confiar en nadie.
Este mundo era un campo de exterminio. Un entretenimiento para seres superiores que los observaban desde algún lugar, disfrutando de su desesperación. No iba a ser una historia de camaradería ni de alianzas duraderas. Tarde o temprano, todos serían enemigos.
El crujido de una rama quebrándose a su izquierda lo sacó de sus pensamientos.
Se giró de inmediato, espada en mano.
Respiración contenida.
Un segundo.
Dos.
Nada.
Pero esta vez, sintió algo.
Una presencia.
No estaba equivocado.
Alguien o algo estaba cerca.
Y entonces apareció.
Corriendo hacia él desde la penumbra, una figura pequeña y delgada irrumpió entre los árboles, sus pasos torpes y apresurados, su respiración agitada. Severian reaccionó por instinto, desenvainando la espada en un solo movimiento, la hoja negra brillando tenuemente bajo la luz mortecina de los hongos bioluminiscentes. Sus músculos se tensaron, listo para lo peor.
Pero entonces la reconoció.
Era la chica asiática del uniforme escolar.
El mismo rostro que había visto antes, la misma melena de color melocotón, despeinada y pegajosa por el sudor. Su uniforme, que antes parecía impoluto, ahora estaba arrugado y con algunas manchas de tierra en la falda. Sus medias estaban rasgadas en algunas partes, revelando la piel suave de sus piernas. Se veía exhausta, con el pecho subiendo y bajando rápidamente mientras trataba de recuperar el aliento.
Severian suspiró, relajando su agarre sobre la empuñadura. Envainó la espada de nuevo con un movimiento fluido y la miró con una expresión neutra.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con voz firme, sin molestarse en suavizar el tono.
—Di... disculpe —jadeó ella, inclinándose ligeramente hacia adelante, apoyando las manos en sus rodillas—. No sé qué... qué está pasando... Después de caer, caminé, y caminé, y… no sé… Me alegro de no estar sola...
Su voz era dulce, pero tenía un deje infantil, casi caprichoso. Era la voz de alguien que estaba acostumbrada a ser protegida, a que el mundo se adaptara a su comodidad. Su manera de hablar era entrecortada por la fatiga, pero aun así, su tono denotaba una sutil exigencia, como si esperara que Severian entendiera automáticamente su angustia y actuara en consecuencia.
Severian la miró con atención.
Sí, era la misma chica que había caído cerca de él cuando todo comenzó. Recordaba su expresión aterrada, la forma en que se había aferrado a él sin pensarlo, como si su instinto fuera buscar refugio en alguien más fuerte.
Ahora, estaba parada frente a él, temblorosa, pero no exactamente por miedo, sino más bien por incomodidad. Estaba fuera de su zona de confort, perdida en un lugar donde su apariencia o estatus no servían de nada. Su piel clara tenía un leve brillo de transpiración, y sus ojos grandes y expresivos, con una forma felina que acentuaba sus rasgos refinados, destellaban con incertidumbre.
Pero sobre todo, Severian notó algo más: no llevaba ningún equipo.
Ni armas. Ni armadura. Nada.
—¿Has visto a más personas? —preguntó Severian con calma.
La chica parpadeó y negó con la cabeza rápidamente, aún respirando con dificultad.
—N-no... Estoy completamente sola... He estado caminando por horas... ¡Esto es horrible! —se quejó, cruzándose de brazos y frunciendo los labios en un gesto infantil—. ¿Por qué no hay nadie más? ¿Por qué está todo tan oscuro? ¿Por qué no tengo mi teléfono? ¡Esto es una locura!
Severian la observó en silencio.
No le sorprendía que estuviera reaccionando de esa manera. Ella no era del tipo que sobrevivía sola. Su actitud, su forma de hablar y la manera en que se aferraba a la idea de que alguien más debía resolver sus problemas le confirmaban que estaba frente a alguien que nunca había tenido que luchar por nada en su vida.
—Lo siento —continuó ella, con un puchero que parecía más una costumbre que una reacción genuina—. No me he presentado ni usted... Bueno puedo preséntame primero, me llamo...
—Severian —la interrumpió él—. Severian Duskveil.
Ella lo miró con los ojos bien abiertos.
—¿Duskveil? ¡Qué nombre tan raro!
Severian no respondió.
—Bueno... Yo soy Minji —dijo, inflando ligeramente las mejillas—. Kim Minji.
Él asintió.
—Minji —repitió sin emoción.
Ella pareció notar su falta de interés y frunció el ceño, pero luego suspiró dramáticamente.
—¿Tienes idea de qué está pasando? —preguntó, mirándolo con expectación—. ¿O qué es este estúpido lugar?
Severian no respondió de inmediato.
En su mente, consideró si valía la pena explicarle todo. No parecía muy lista para asimilar la información y, sinceramente, no era su problema si ella estaba perdida. Pero, por otro lado, que estuviera caminando por ahí sin ningún equipo la convertía en un objetivo fácil. Si algo la mataba, eso significaba tener un cadáveres para él.
Pero si lograba hacer que sobreviviera un poco más...
Podría usarla.
—¿Ya revisaste tu sistema? —preguntó, ignorando su pregunta.
Minji parpadeó.
—¿Mi qué...?
Severian chasqueó la lengua.
Por supuesto que no.
Sin esperar una respuesta, levantó la mano y abrió su propio sistema de inventario frente a ella, proyectando las ventanas translúcidas en el aire. Minji se sobresaltó y dio un paso atrás, mirando las pantallas con los ojos muy abiertos.
—¡¿Qué diablos es eso?!
—El sistema —respondió él con paciencia forzada—. Revisa el tuyo.
Minji lo miró, luego a las ventanas, luego de vuelta a él.
—¿Cómo...?
—En tus ojos hay un pequeño icono, miralo directamente y se abrirla.
Ella frunció el ceño, claramente dudosa, pero obedeció.
Un segundo después, su propio sistema apareció frente a ella.
—¡Oh, por Dios! —exclamó—. ¡Es como en un videojuego!
Severian reprimió un suspiro.
—Mira tu inventario. Deberías tener equipamiento.
Minji parpadeó varias veces antes de tocar la interfaz con cuidado, como si temiera que fuera a explotar. Luego, sus ojos se iluminaron.
—¡Oh, tengo cosas!
Sacó su equipo.
Una túnica blanca como la de Severian apareció en sus manos, pero en lugar de ponérsela de inmediato, la sostuvo con una expresión de disgusto.
—¿Esto es lo que tengo que ponerme...? ¡Es horrible!
Severian la miró con incredulidad.
—¿En serio?
—¡Parece ropa de vagabundo!
—Póntela —ordenó él sin rodeos.
Ella lo miró con los labios fruncidos, claramente indignada.
—¿Y si no quiero?
Severian cruzó los brazos.
—Entonces muere.
Minji parpadeó, y por primera vez en toda la conversación, la expresión mimada desapareció de su rostro. Un escalofrío recorrió su espalda al ver la frialdad en los ojos de Severian.
Sin decir nada más, se puso la túnica.
—Bien —dijo Severian—. Ahora toma tu arma.
Ella revisó su inventario de nuevo y sacó una daga. Pequeña, ligera, diseñada para alguien que no estaba acostumbrado a combatir.
Minji la sostuvo con torpeza, mirándola con desagrado.
—No sé usar esto...
—Aprenderás.
Minji mordió su labio inferior y apartó la mirada.
Severian la observó con detenimiento.
Era inútil. Pero por ahora, la dejaría vivir.
Severian la observó en silencio por un instante más. La luz azulada de los hongos bioluminiscentes proyectaba sombras suaves en su rostro, resaltando la palidez de su piel y la ligera humedad en su frente. A pesar de su aspecto desaliñado, su postura y su actitud seguían gritando que era alguien que jamás había tenido que ensuciarse las manos. Eso le dio una idea.
Si había algo que esas chicas valoraban, era la imagen que tenían de los hombres: fuerte, atractivo, seguro. Severian lo sabía bien. Había conocido a muchas como ella antes, mujeres que estaban acostumbradas a que el mundo se moldeara a sus deseos. Y también sabía cómo usarlas.
Se inclinó ligeramente, acortando la distancia entre ellos. Sus movimientos eran lentos, calculados, como si se asegurara de no asustarla. Con una suavidad casi impropia de él, llevó las manos a la túnica blanca con bordes dorados que Minji llevaba puesta, ajustándola con cuidado para que no colgara de manera desordenada.
—Dime —murmuró, con una voz sorprendentemente suave—. ¿Qué carta escogiste? ¿Qué dice en tu estado? Tu clase, rareza, tipo… quiero saberlo.
Minji parpadeó, sorprendida tanto por su tono como por la cercanía. Su respiración se entrecortó un poco y su cuerpo se puso tenso por un momento, pero cuando vio la expresión calmada de Severian, se relajó. Sus mejillas adquirieron un ligero tono rosado, y aunque trató de disimularlo, sus labios se curvaron apenas en una diminuta sonrisa de autosatisfacción.
—Je… —rió suavemente, con un deje de orgullo en la voz—. Escogí una carta dorada.
Severian alzó una ceja.
Minji pareció notar su interés y se irguió con aire triunfal, disfrutando de la atención. Con un gesto elegante, abrió su sistema de estado y comenzó a leer la descripción en voz alta.
—Mi rareza es S. Mi clase se llama "Hechicera Estelar". Mi tipo es de… soporte y control...
Severian escuchó con atención mientras ella continuaba leyendo.
—"Hechicera Estelar: Una maga dotada con el poder de las estrellas y los astros, capaz de manipular la luz cósmica para fortalecer aliados y debilitar a los enemigos. Su magia brilla más en la oscuridad, canalizando la energía celestial para alterar el campo de batalla a su favor".
Ella bajó la pantalla y lo miró con una sonrisa satisfecha.
—¿Ves? ¡No soy inútil! ¡Mi clase es súper fuerte!
Severian mantuvo el rostro inexpresivo. No estaba del todo convencido.
—¿Cuáles son tus habilidades?
Minji revisó su estado nuevamente y leyó en voz alta:
—"Bendición Astral: Otorga un buff temporal que aumenta las capacidades físicas y mágicas de un aliado."—"Luz Celestial: Lanza un destello de energía estelar que ciega a los enemigos cercanos por unos segundos."—"Esfera Lunar: Convoca una esfera de luz que reduce la velocidad y defensa de los enemigos en su radio de acción."
Minji terminó de leer y lo miró con evidente orgullo.
—¡Es genial! ¿No crees?
Severian se cruzó de brazos, analizando lo que había escuchado. No era una mala clase, pero tampoco era algo que pudiera utilizar de inmediato. Todo dependía de cómo la usara y, sobre todo, de si ella era capaz de aprender a manejar sus habilidades de forma eficiente.
—Interesante —dijo simplemente.
Minji frunció los labios, como si esperara más entusiasmo por su parte.
—"Interesante" dice… ¡Mi clase es dorada!
—S —la corrigió él—. No es dorada, es S.
—¡Es casi lo mismo!
Severian negó con la cabeza. No tenía sentido discutir con alguien como ella.
—¿Sabes usar magia?
Minji dudó.
—Bueno… no exactamente… pero puedo aprender.
Severian la miró fijamente.
—Muéstrame.
Ella abrió mucho los ojos.
—¿Eh?
—Usa una de tus habilidades. Ahora.
Minji parpadeó varias veces, como si no estuviera segura de haberlo escuchado bien. Luego, miró sus manos y frunció los labios.
—Okey, okey… Déjame intentarlo…
Severian observó mientras ella se concentraba, cerrando los ojos y respirando hondo. Estaba claro que no tenía la menor idea de cómo canalizar su poder.
—Vamos… Vamos… —susurró para sí misma.
Un leve destello apareció en sus palmas, un resplandor tenue y vacilante, como una luciérnaga al borde de extinguirse. Minji sonrió, claramente emocionada, pero apenas abrió los ojos, la luz parpadeó y desapareció por completo.
—¡Ah! ¡¿Qué pasó?!
Severian la miró con una expresión neutral. Por un instante, consideró llamarla inútil, pero en lugar de eso, suspiró y guardó silencio. Sabía que encontrar a alguien con una clase S no sería fácil. Él mismo había conseguido una clase SSS por pura suerte, y aunque recordaba haber visto algunas cartas doradas, no parecían abundantes. Lo más común eran las clases de rareza gris, verde y azul, lo que insinuaba que esas eran las más débiles o las de rango más bajo.
Si bien Minji no tenía idea de cómo usar su poder, descartarla tan rápido sería un error. Era un recurso, y los recursos no se desperdician.
Adoptando una expresión más relajada, Severian cambió de postura y suavizó su tono de voz, envolviéndolo en un matiz de comprensión y calidez cuidadosamente ensayados.
—No te preocupes, aprenderás a usarlo. No pasa nada —dijo con una amabilidad calculada, tomando su mano con suavidad, entrelazando los dedos apenas lo suficiente para que sintiera el contacto—. Sigamos caminando. No sabemos qué pasará cuando el cronómetro llegue a cero… y además, discúlpame si fui un poco mandón antes. No soy muy bueno hablando con chicas tan lindas como tú.
Terminó con una ligera sonrisa, cerrando los ojos por un momento, como si le costara admitirlo.
Minji abrió los ojos con sorpresa. Sus mejillas se encendieron de inmediato con un rubor evidente, y su postura, que antes era algo rígida y defensiva, se volvió mucho más dócil. Bajó la mirada por un segundo, insegura, pero al final sonrió con timidez y asintió antes de seguirlo sin protestar.
Severian apenas logró reprimir la sonrisa de satisfacción que amenazó con curvar sus labios. Era demasiado fácil.
Abrió su interfaz para revisar el aviso del sistema.
Tiempo restante para el inicio del "Tutorial de Supervivencia": 1:23:01
Aún tenían tiempo, pero no lo suficiente como para perderlo en tonterías. El bosque que los rodeaba seguía siendo tan imponente como la primera vez que lo vio: árboles nudosos y retorcidos se alzaban como garras petrificadas, con sus troncos cubiertos de grietas y cicatrices. La vegetación era espesa y húmeda, el suelo alfombrado con musgo negruzco y raíces sobresalientes. Los hongos bioluminiscentes titilaban suavemente en la penumbra, iluminando el camino con un resplandor etéreo.
El aire seguía cargado con un olor metálico, como si la sangre impregnara la atmósfera.
Severian avanzó con pasos seguros, asegurándose de que Minji lo siguiera sin rezagarse. Aunque aún no habían encontrado criaturas hostiles, su instinto le decía que no bajar la guardia era lo más sensato. La tensión en el aire era palpable, como si algo en el bosque los estuviera observando desde las sombras, esperando el momento oportuno para atacar.
—Por cierto, Minji —dijo sin mirarla, esquivando una raíz gruesa que emergía del suelo—. ¿Qué tan buena eres corriendo?
Ella frunció el ceño con confusión.
—¿Eh? ¿Por qué preguntas eso?
Severian no respondió de inmediato. Su mirada seguía fija en el camino, pero su tono era serio, más de lo habitual.
—Porque cuando el aviso llegue a cero, algo va a aparecer en este bosque —explicó con calma—. Según lo que he visto en este sistema de clases y rarezas, esto no es solo un juego. Aquí hay monstruos, criaturas sacadas de fantasía… Y si nos topamos con algo fuerte, tendremos que correr. Así que no sueltes mi mano. Y si la sueltas… más te vale correr rápido.
Su mirada se encontró con la de ella, fría y calculadora. Minji tragó saliva y asintió en silencio, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
Después de caminar un poco más, llegaron a un río. Su superficie era oscura y tranquila, reflejando la escasa luz de los hongos bioluminiscentes que crecían en sus orillas. Aunque su apariencia era inquietante, Severian se agachó y probó el agua. Para su sorpresa, no estaba contaminada. Era fresca y limpia.
—Parece segura —dijo antes de tomar varios sorbos más.
Minji lo observó con cautela, pero la sed era demasiado fuerte como para ignorarla. Se arrodilló a su lado y bebió con ansias, sintiendo el líquido refrescante deslizarse por su garganta. Pero justo cuando ambos estaban saciando su sed, sus interfaces brillaron con un destello rojo.
Un mensaje emergió ante ellos.
[Participantes, el dios "Tirano del Fuego" se ha aburrido de esperar, así que ha realizado una donación de 550,000 de oro a cada usuario para adelantar el reloj. Además, ha hecho una contribución especial a los administradores del juego. Por lo tanto, el tutorial comenzará en…]
5…
El corazón de Severian latió con fuerza.
4…
Minji dejó caer el agua de sus manos, sus ojos abiertos de par en par.
3…
Un escalofrío recorrió el aire. Algo cambió en el ambiente.
2…
El bosque, que hasta hace un instante había estado en un inquietante silencio, comenzó a vibrar con un sonido grave, como si la tierra misma estuviera despertando.
1…
El tutorial ha comenzado. Las criaturas hostiles se regeneran y el escudo de vulnerabilidad ha sido eliminado.
Objetivo: Salir del bosque.Plazo: 3 días.Puntuación: Se otorgará según la cantidad de monstruos eliminados. Los diez mejores recibirán recompensas adicionales.
Diviértanse… y entretengan a sus dioses.
Severian se levantó de inmediato, desenvainando su espada con un movimiento preciso. Su mirada se endureció mientras inspeccionaba su entorno, cada músculo de su cuerpo tensándose como un resorte a punto de saltar.
El bosque, antes sombrío pero estático, ahora se sentía vivo… y hostil. La neblina espesa se arremolinaba a su alrededor como si algo la moviera, como si estuviera respirando. Entre los árboles, las sombras parecían más densas, y el sonido del viento se había transformado en un susurro áspero y gutural, como si algo—o alguien—los estuviera acechando.
Un sonido viscoso, como carne desgarrándose, resonó en la espesura. No fue un ruido aislado, sino múltiple, como si algo estuviera retorciéndose en las profundidades del bosque. Minji dio un paso atrás, pegándose instintivamente a la espalda de Severian. Su respiración era entrecortada, el aire entraba y salía de sus labios en pequeños jadeos.
—S-Severian… algo está viniendo.
Él no respondió. No necesitaba hacerlo. Ya lo había sentido.
Los arbustos crujieron, las hojas secas se esparcieron como si algo las hubiera pateado con violencia, y de entre los árboles emergieron varias figuras. No una, ni dos. Mas de una docena. Sus cuerpos deformes y hostiles llevaban inscripciones flotantes sobre sus cabezas, letras rojas con un resplandor tenue.
[Goblin Guerrero – Nivel 2]
Eran los más numerosos, tal vez doce o quince, criaturas de aproximadamente 1.3 metros de altura, con cuerpos delgados pero fibrosos, músculos marcados en brazos y piernas, lo que delataba que estaban acostumbrados a pelear. Sus pieles eran de un verde oscuro y estaban llenas de cicatrices de cortes y rasguños, testigos de batallas pasadas. Tenían cabezas alargadas con orejas puntiagudas y largas, adornadas con pendientes de hueso o metal oxidado. Sus ojos brillaban con un resplandor amarillo enfermizo, y sus bocas se curvaban en sonrisas torcidas, mostrando dientes afilados y podridos.
Algunos vestían petos de cuero maltratado, con vendas sucias envolviendo sus extremidades, mientras que otros solo llevaban un taparrabos raído hecho con piel de algún animal. Sus armas eran rudimentarias pero letales: garrotes con clavos oxidados incrustados, espadas cortas melladas que aún goteaban sangre seca, hachas con filos desiguales pero lo suficientemente afilados como para desgarrar carne.
Pero no estaban solos.
[Goblin Arquero – Nivel 3]
Entre los árboles, escondidos en las sombras y trepados en las ramas más gruesas, había al menos diez goblins más. Eran más pequeños y delgados, de aproximadamente 1.2 metros, con extremidades más largas y una postura encorvada que les daba un aire de depredadores pacientes. Sus pieles eran de un tono verde oscuro con matices negruzcos en las extremidades, como si su propio cuerpo estuviera adaptado para camuflarse. Tenían pinturas de guerra en el rostro y pecho, líneas irregulares que les daban una apariencia más tribal.
Sus ojos eran pequeños, afilados y llenos de malicia. Sus orejas, aún más largas que las de los guerreros, estaban adornadas con plumas, cuentas y pequeñas garras atadas con hilos de tendones. Vestían chalecos de cuero ligero reforzado con corteza de árbol, y sobre sus espaldas llevaban capas hechas de hojas y musgo.
Cada uno empuñaba un arco improvisado hecho de ramas gruesas y reforzadas con tiras de cuero. Las flechas que tenían en sus aljabas eran rústicas, pero peligrosas: sus puntas de piedra afilada podían perforar fácilmente la carne si daban en el blanco. Algunos ya estaban en posición, con las cuerdas de sus arcos tensadas, listos para disparar en cuanto encontraran una abertura.
Y luego estaban ellos.
Los verdaderos problemas.
[Goblin Chamán – Nivel 5]
Eran solo cinco, pero su sola presencia era suficiente para hacer que el ambiente se volviera aún más pesado. Medían aproximadamente 1.4 metros, siendo los más altos de la manada. Sus cuerpos eran delgados y encorvados, con espaldas huesudas que se arqueaban como si llevaran siglos soportando un peso invisible. Su piel era de un verde grisáceo, con marcas tribales talladas en carne viva, cicatrices rituales que parecían pulsar con un resplandor oscuro.
Sus cráneos estaban parcialmente rapados, con mechones largos y enredados de cabello que caían sobre sus rostros. Llevaban máscaras de cráneos de animales pequeños, y sus ojos… sus ojos eran lo peor. No tenían pupilas, eran completamente blancos, pero dentro de ellos ardía una energía maligna, un fulgor rojizo que destellaba con cada movimiento.
Sus ropajes eran mantos raídos, hechos de plumas ennegrecidas y pequeños huesos atados con hilos. Cada uno empuñaba un bastón retorcido con una calavera en la punta, la cual brillaba con una neblina púrpura que se deslizaba por el aire como una serpiente espectral. Desde el momento en que aparecieron, el aire alrededor de ellos se sintió más pesado, cargado de un olor ferroso y rancio, como sangre podrida mezclada con cenizas.
Severian maldijo entre dientes.
—Estamos rodeados —murmuró, sus dedos aferrándose con más fuerza a la empuñadura de su espada.
La presión en su pecho era palpable, pero no era miedo. Era adrenalina.
Respiró hondo.
Su mente se aclaró por un instante, y de inmediato su cuerpo reaccionó, adoptando una postura baja con la espada en alto, listo para defenderse o atacar. No había tiempo para errores. Recordó las malditas clases de esgrima a las que su madre lo había obligado a asistir con un maestro de renombre.
Nunca creyó que le servirían en una situación como esta.
Pero aquí estaba.
Los goblins guerreros gruñeron y avanzaron, con los garrotes y espadas levantados. Los arqueros tensaron sus cuerdas. Y los chamanes comenzaron a susurrar en una lengua extraña, un murmullo oscuro que se deslizaba por el aire como un mal augurio.
El primer goblin cargó hacia él, con el garrote en alto.
Severian reaccionó de inmediato.
Giró sobre su propio eje, esquivando el golpe con precisión milimétrica, y contraatacó con un tajo limpio. La espada surcó el aire con un silbido mortal y se hundió en la carne verdosa del goblin, desgarrando su abdomen con facilidad. Un chillido inhumano escapó de su boca antes de que cayera al suelo, retorciéndose en agonía mientras un espeso líquido negruzco brotaba de la herida abierta, esparciendo su fétido aroma por el ambiente.
Pero no había tiempo para deleitarse en la victoria.
Otro goblin ya estaba sobre él.
Con los ojos desorbitados y la boca torcida en una mueca de odio, la criatura alzó su garrote y lo lanzó en un brutal arco descendente. Severian inclinó el cuerpo hacia un lado, sintiendo cómo el aire se agitaba con la violencia del golpe. Sin perder el ritmo, giró la espada en su muñeca y la hundió en el cuello de la criatura, perforando la tráquea con un sonido húmedo y desagradable. El goblin se atragantó con su propia sangre, las manos temblando mientras intentaba aferrarse a la hoja antes de caer inerte al suelo.
Y más estaban por venir.
Un tercero saltó desde un árbol cercano, blandiendo una oxidada espada corta. Severian alzó su arma y bloqueó el ataque con un estruendo metálico. La criatura era más ágil de lo que esperaba y rodó hacia un lado, buscando otro ángulo para atacar. Severian reaccionó de inmediato, girando sobre su pie y lanzando un tajo ascendente que abrió el pecho del goblin de un solo golpe. La sangre brotó en un chorro caliente mientras el cuerpo se desplomaba con un crujido sordo.
Flechas volaron a través del aire.
Los goblins arqueros, apostados entre las sombras de los árboles, habían comenzado a disparar. La primera flecha pasó silbando junto a su mejilla, rozando la piel y dejando una delgada línea roja. La segunda iba directa a su pecho. Severian la vio venir y, en el último instante, empujó a Minji hacia el río, lanzándose en una maniobra desesperada para que los proyectiles no los lastimaran.
El agua fría los envolvió.
Severian emergió de inmediato, jadeando y con la espada aún firmemente sujeta en su mano. Minji, aturdida, nadó hasta la orilla contraria y salió tosiendo. Él no se permitió descansar. Salió del agua con rapidez y se puso en guardia, las gotas escurriendo de su cabello negro mientras sus ojos se clavaban en los enemigos.
—Escóndete o corre. Me ocuparé de ellos —ordenó con frialdad.
Minji, aún temblorosa, asintió y corrió hacia los arbustos, ocultándose entre la maleza. Al menos no tendría que protegerla. No sería una carga.
Los goblins se detuvieron de repente. Algo en su comportamiento cambió. Sus gruñidos se hicieron más bajos, sus movimientos más calculadores. Ya no atacaban de forma frenética. Había algo extraño en ellos.
No le importó.
Severian notó entonces un detalle inquietante. De los tres cadáveres de goblins que había matado, sobre cada uno, flotaban unas pantallas de color dorado, brillando con unas letras que le provocaron una sonrisa.
[¿Deseas convertir a Goblin Guerrero – Nivel 2 en tu soldado?]
[Sí / No]
Su corazón latió con fuerza.
Miró su mano, sintiendo una oscura energía palpitar en su interior, como una corriente helada que recorría sus venas. Apretó los dientes y, sin dudar, seleccionó "Sí".
Una niebla negra emergió de su palma, retorciéndose como un torbellino de sombras vivas. La energía se deslizó hacia el cadáver, envolviéndolo como un sudario fúnebre. El cuerpo del goblin se convulsionó de manera antinatural, sus extremidades doblándose en ángulos imposibles antes de reconfigurarse.
Entonces, la cabeza decapitada flotó en el aire y se fusionó de nuevo con su cuerpo.
Un rugido gutural emergió del goblin resucitado mientras se alzaba. Su piel ya no era verde, sino negra como la obsidiana, con patrones de sombras moviéndose por su superficie. Sus ojos brillaban con un resplandor carmesí, y su espada, antes oxidada y deteriorada, ahora parecía forjada de pura oscuridad.
El goblin cayó de rodillas, inclinando la cabeza en sumisión absoluta.
[Felicidades. Has reclutado a Goblin Guerrero – Nivel 2, tu primer soldado.]
[Se activa automáticamente "Lealtad Inquebrantable". Tu soldado espera tus órdenes.]
Severian sintió algo dentro de él. Un vínculo. Como si una parte de su propia esencia estuviera unida a la criatura. Podía sentir su presencia, su lealtad inquebrantable, su hambre de destrucción.
Los otros goblins vieron esto y se estremecieron. Era la primera vez que mostraban miedo, y eso le gustó. Una sonrisa fría se dibujó en sus labios al notar su reacción. Sujetó la espada con fuerza, y sin apartar la mirada de sus enemigos, dirigió su atención a los otros dos cadáveres frente a él.
Apretó el botón sin dudar.
La misma energía oscura brotó de su cuerpo como un río de sombras líquidas y envolvió los cuerpos inertes. Los cadáveres de los goblins se sacudieron violentamente, sus extremidades doblándose en ángulos grotescos mientras la magia los reconstruía. Huesos quebrados se unieron con chasquidos secos, carne desgarrada se cerró con un siseo macabro, y los ojos muertos se encendieron con un fulgor rojo intenso.
Uno de ellos, al igual que la espada del primero, su garrote se transformo en un arma negra como la obsidiana, con grietas rojizas pulsando con una luz tenue, como si algo vivo habitara en su interior. El otro goblin era similar al primero, pero más grande, con músculos marcados bajo su piel oscura, y un aura más densa de poder. Un vistazo rápido le reveló su nivel: 3.
Interesante.
Severian sintió una conexión con ellos. No eran simples marionetas; eran extensiones de su voluntad, criaturas nacidas de su poder, su ejército. Apretó el puño, concentrándose en los goblins enemigos apostados en la distancia.
—Mátenlos —ordenó con voz firme.
Sus soldados respondieron de inmediato. Como depredadores liberados de sus cadenas, se lanzaron hacia los goblins guerreros con una brutalidad salvaje. Los goblins enemigos intentaron defenderse, pero la diferencia de poder era evidente. El goblin de nivel 3 aplastó el cráneo de un enemigo con un solo golpe de su arma, esparciendo fragmentos óseos y masa encefálica por el suelo. El segundo desgarró la garganta de otro con sus garras antes de estrellarlo contra un árbol con una fuerza brutal, partiéndole la columna.
Los arqueros goblins, viendo la masacre, dispararon frenéticamente. Flechas volaron por el aire, silbando como serpientes en busca de su presa. Pero las sombras que rodeaban a los soldados de Severian parecían absorber el impacto. Las flechas se detenían en el aire, deshaciéndose en polvo negro antes de tocar sus cuerpos.
Severian sonrió.
Era su turno.
Con una velocidad letal, corrió hacia el combate. Un goblin intentó interceptarlo con un golpe de espada, pero Severian esquivó con un elegante giro, deslizando su filo a través del costado de la criatura. La sangre brotó en un chorro caliente, pero no le dio importancia. Su siguiente movimiento fue un corte ascendente que atravesó el estómago de otro enemigo, haciéndolo caer de rodillas, aferrándose a sus entrañas que se deslizaban de su abdomen.
Pero entonces, algo cambió.
Los goblins chamanes alzaron sus báculos y comenzaron a murmurar palabras en un idioma gutural y primitivo. Era un sonido áspero, como huesos quebrándose bajo una presión invisible. La atmósfera se cargó de una energía opresiva, un calor sofocante comenzó a emanar del suelo, y el aire se impregnó con un hedor sulfuroso y espeso.
Severian sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando el suelo bajo sus pies vibró con una fuerza amenazante. Algo estaba mal.
De repente, entre los cinco chamanes, un vórtice incandescente comenzó a formarse. El fuego crepitó y se retorció en una esfera que crecía con rapidez, alimentada por la energía arcana de los hechiceros. Su color cambió de un naranja ardiente a un blanco puro y enceguecedor. No era fuego común. Era un ataque devastador, algo que podría carbonizar todo a su paso.
Los goblins chamanes alzaron sus báculos al unísono y la lanzaron.
La bola de fuego surcó el aire con un rugido bestial, consumiendo el oxígeno a su alrededor, dejando tras de sí un rastro de cenizas y aire abrasador.
—¡Protejanme! —ordenó Severian sin titubeos.
Sus tres soldados resucitados saltaron frente a él, formando un escudo improvisado con sus cuerpos. La explosión los envolvió en un estallido de fuego infernal. El impacto levantó una nube de polvo, tierra y escombros, y la onda expansiva lanzó a Severian varios metros hacia atrás, golpeándolo contra el tronco de un árbol. Un dolor agudo recorrió su espalda, pero lo ignoró.
Cuando la humareda se disipó, sus tres soldados no eran más que restos carbonizados. Sus huesos ennegrecidos se resquebrajaron y cayeron al suelo en un montón de cenizas y carne humeante.
Pero Severian no se preocupó.
Extendió una mano y activó su habilidad.
Un frío antinatural impregnó el aire cuando sombras líquidas emergieron de los cuerpos destruidos. La neblina oscura se arrastró por el suelo como tentáculos vivos, envolviendo los restos con un hambre voraz.
—Llamado del Abismo.
Mana (MP): 570/600
["Llamado del Abismo" – Nv:1 (costo 10 de mana)]
[Si el Nigromante pierde soldados en batalla, puede sacrificar su mana para revivirlos de inmediato.]
Las sombras se condensaron, formando figuras vagamente humanoides antes de reconstruir los cuerpos con precisión quirúrgica. La piel ennegrecida se regeneró, los huesos recompuestos crujieron al unirse de nuevo, y los ojos vacíos volvieron a encenderse con el resplandor rojizo de la no-muerte. En cuestión de segundos, los tres goblins estaban de pie una vez más, sus cuerpos cubiertos por la misma energía oscura que los había traído de vuelta.
Los goblins enemigos palidecieron.
Pero Severian no había terminado.
Giró la mirada hacia los cadáveres esparcidos por el campo de batalla, aquellos que habían caído antes en combate. Si podía traer de vuelta a tres, ¿por qué detenerse ahí?
—Levántense.
La neblina oscura se expandió como un miasma viviente, arrastrándose hacia los cadáveres de los goblins caídos. Uno a uno, sus cuerpos se sacudieron con espasmos antinaturales antes de erguirse como si fueran marionetas impulsadas por hilos invisibles. Ocho guerreros goblins emergieron de la muerte, sus cuerpos imbuidos con la misma esencia de las sombras, pero esta vez, eran más resistentes, más fuertes.
Dos de ellos incluso mostraban un aura más densa y oscura que los demás. Un vistazo rápido a sus estadísticas le confirmó lo que sospechaba:
[Nigromancia Exitosa: Dos soldados revividos han conservado su nivel original.]
Nuevos Soldados Adquiridos: 8- 2 Goblins Guerreros – Nv 3
Una sonrisa cruel se dibujó en su rostro.
Los goblins enemigos comenzaron a retroceder. Sus pequeños ojos reflejaban puro terror, sus cuerpos temblaban al ver cómo los caídos volvían a levantarse, pero esta vez, para luchar contra ellos. Sus propios compañeros ahora eran parte del ejército de la muerte de Severian.
—No huyan… aún no han terminado de divertirme —susurró Severian con frialdad.
Con un movimiento de su mano, ordenó el ataque.
Los goblins revividos cargaron hacia los enemigos con una fiereza descomunal. Sus armas se estrellaron contra la carne y los huesos de sus antiguos aliados con un sonido grotesco. Un goblin guerrero de nivel 3 aplastó la cabeza de un arquero con su garrote, convirtiéndola en una masa de sangre y cráneo fracturado. Otro arrancó de un zarpazo la tráquea de un chamán, ahogándolo en su propia sangre.
Los diez arqueros goblins, apostados en los árboles, intentaron detenerlos. Sus flechas llovieron sobre el campo de batalla como una tempestad letal, pero fue en vano. Las sombras que cubrían los cuerpos de los soldados nigrománticos absorbían los proyectiles como si fueran simples hojas al viento.
Los chamanes, desesperados, levantaron nuevamente sus báculos. Cada uno conjuró un hechizo distinto.
Uno agitó su vara y lanzó un relámpago que serpenteo en el aire, impactando contra uno de los soldados de Severian. Su cuerpo tembló violentamente, su carne chisporroteó y su piel se quemó por la descarga eléctrica. Pero en lugar de caer, se giró lentamente hacia el chamán con los ojos encendidos de rojo infernal y continuó avanzando como si el dolor no existiera.
Otro chamán extendió las manos y creó púas de piedra afiladas desde el suelo. Las lanzas emergieron como agujas mortales, perforando a dos de los soldados de Severian. Sin embargo, antes de que pudieran colapsar, la neblina oscura los envolvió y regeneró sus cuerpos casi al instante.
Un tercer chamán levantó su báculo y comenzó a invocar algo diferente, algo más grande. Severian pudo sentir la energía acumulándose a su alrededor.
—Oh, no lo harás —murmuró.
Utilizó [Portal de las Sombras].
Una brecha oscura se abrió justo detrás del chamán y, en un parpadeo, Severian emergió de la grieta, apareciendo a su espalda. Antes de que el goblin pudiera reaccionar, le atravesó la garganta con su espada, cortando su conjuro antes de que pudiera completarse.
El goblin se desplomó, emitiendo un sonido gorgoteante mientras su propia sangre le llenaba la boca.
Los pocos goblins restantes, viendo la masacre absoluta, comenzaron a correr.
Pero Severian no tenía intenciones de dejar sobrevivientes.
Extendió su mano y utilizó Cementerio Sombrío. El suelo bajo los pies de los goblins fugitivos se tornó de un negro profundo, como si la misma oscuridad se hubiera licuado y extendido bajo ellos. Brazos cubiertos por sombras palpitantes, emergieron de los portales abismales, aferrándose a sus tobillos con dedos afilados. Las criaturas chillaron en puro pánico, pataleando y arañando el aire en un intento desesperado por liberarse, pero fue inútil.
Las sombras los arrastraron con una fuerza inhumana. Uno de los goblins forcejeó con todas sus fuerzas, arañando la tierra con uñas ensangrentadas, dejando surcos de desesperación mientras su cuerpo se hundía lentamente. Su expresión de horror absoluto se congeló en su rostro cuando la oscuridad lo engulló por completo.traduccion
Otro goblin, un arquero, logró desenfundar una daga y comenzó a apuñalar frenéticamente las manos negras en sus piernas, pero la hoja atravesó el vacío sin causar daño. Miró a su alrededor con ojos suplicantes, buscando ayuda en sus compañeros que también eran tragados por el abismo, pero no encontró más que reflejos de su propio miedo.
Sus gritos se tornaron más agudos, más inhumanos, hasta que fueron completamente devorados por la negrura. El suelo se cerró tras ellos como si jamás hubieran existido.
Y entonces, el silencio.
Un silencio denso, absoluto.
Severian permaneció de pie, impasible, observando el campo de batalla. El hedor de la sangre y la carne quemada aún flotaba en el aire. Sus soldados, los muertos vivientes que había convocado, se mantenían firmes, inmóviles, con sus ojos carmesíes brillando en la penumbra. La energía oscura que emanaban vibraba en el ambiente como si el propio bosque reconociera su presencia y se sometiera a su poder.
Su ejército había crecido.
Y eso le complació.
Sin perder tiempo, Severian extendió nuevamente su mano y activó Llamado del Abismo.
Mana (MP): 490/600
Una vez más, la neblina oscura se expandió, serpenteando entre los cadáveres dispersos por el campo de batalla. Los cuerpos convulsionaron, sacudidos por un espasmo antinatural antes de levantarse con movimientos erráticos. Sus heridas se cerraron, sus miembros se recompusieron y, en sus ojos, la chispa de la vida se reemplazó por un resplandor carmesí.
Pero esta vez, Severian no solo revivió a los guerreros comunes.
Se enfocó en los chamanes.
Los cinco goblins chamanes que antes habían invocado poderosos hechizos ahora se levantaban de entre los muertos, sus báculos aún en mano, pero sus cuerpos ahora eran meros recipientes para la energía nigromántica. Una sonrisa satisfecha se dibujó en su rostro. Los chamanes eran piezas valiosas. Sus habilidades mágicas se mantenían, aunque ahora su voluntad estaba encadenada a la de Severian.
Un vistazo rápido a su interfaz confirmó la magnitud de su nuevo ejército:
Número actual de soldados:
15 Goblins Guerreros (Nivel 1-4)
10 Goblins Arqueros (Nivel 1-3)
5 Goblins Chamanes (Nivel 4-6)
Severian cerró el puño, sintiendo el peso de su creciente poder.
Pero aún quedaba un asunto pendiente.
—Hora de recuperar mi inversión —murmuró con frialdad.
Se giró y avanzó sin dudar, seguido por su ejército de muertos vivientes. Las sombras danzaban en torno a su cuerpo mientras caminaba, como si el mismo bosque reconociera que algo más oscuro que la noche lo atravesaba.
Debía encontrar a Mijin.