Alex se acomodó en la silla, colocando la silla de ruedas bajo la mesa. Hizo un esfuerzo consciente para evitar cruzar la mirada con ella.
—Esto es lo que deberíamos haber hecho desde el principio. Nos comunicábamos oralmente pero nunca lo pusimos por escrito.
Joanna leía las palabras, ahora impresas en negro sobre blanco, repetidamente.
—Deberás nunca enamorarte de mí, nunca cuestionar mis movimientos o decisiones, y nunca podrás romper este contrato antes del final de los seis meses, o te demandaré por cien millones por incumplimiento de contrato.
Otros incentivos incluían su asignación semanal y protección. La descripción de su trabajo no estaba incluida, ya que ninguno de los dos sabía cuándo sería necesario hacer apariciones, excepto por la boda.
Era evidente que esto era resultado de los eventos de la mañana, y aunque ya conocía las reglas, no podía entender por qué le dolía tanto leerlas en papel.