—¡Papá ha vuelto!
Joanna estaba abrumada al ver a docenas de niños entre dos y diez años abalanzándose sobre Alex. Lo mejor de todo era que lo llamaban papá.
Cuando llegaron al Aeropuerto de Manila, había un conductor esperándolos. Pensando que iban a alojarse en un hotel o algo así, el conductor los llevó a un gran orfanato.
Joanna se asombró de cómo Alex conocía los nombres de estos niños de memoria. Estaba claro que no eran sus hijos biológicos, pero la manera afectuosa en que se relacionaban entre sí decía mucho.
—Edmundo. Espero que estés comiendo tus verduras —le dijo a un niño de unos tres años. El niño asintió emocionado.
—Sí, papi, y también he estado cuidando a los más pequeños —respondió. Joanna se rió. Edmundo era tan pequeño, y aun así actuaba de manera responsable.