—Me alegra inscribirme en esto incluso sin saberlo —dijo emocionada Violet mientras una niña de unos ocho años se acercaba a ella. —Me mostraron tu foto. Tú eres mi madre y mi nombre es Violet —dijo emocionada. Violet no se sorprendió ya que ella se había inscrito voluntariamente.
Con calidez, abrazó a la niña, y su alegría era el reflejo de la una en la otra. Otros niños se acercaban a sus padrinos, mencionando nombres y contándoles todo lo que habían estado haciendo.
La parte más interesante fue cuando un niño de unos diez años se acercó con confianza al abuelo y se presentó. —Por favor, llámame Aristóteles. Tú eres mi padre.
El abuelo miró a Alex con una expresión de confusión mientras Alex explicaba, —Usé parte de tu pensión para apadrinarlo. El abuelo tardó en entender cómo se hacían las cosas en este orfanato en particular, pero en cuanto lo hizo, se molestó. No por el hecho de que Alex tocara su dinero sin permiso, sino por haberlo mantenido en secreto.