Llegaron a una casa de té no muy lejos de los campos de ejecución, en el momento en que entraron escucharon que un pequeño decía:
—Lo siento a todos, hoy no abriremos al público.
—Está bien, no estamos aquí para tomar té —dijo Sima You Yang.
—Tú eres...
—Estamos buscando personas.
—Buscar personas, aquí no hay nadie...
—Vinimos a buscarlos —Cuando Sima You Yue terminó, levantó la voz y dijo— Sima Ke, ¿por qué sigues escondiéndote aquí?
—¡Zas!
Las puertas de la habitación de abajo se abrieron de golpe y Sima Ke salió caminando —¡Tú pequeño bribón, cómo te atreves a venir aquí! ¡Hoy, debo vengar a mi hermano!
—¿Solo tú? ¿Estás soñando? —dijo Sima You Yue mientras se pellizcaba la nariz.
—Hmph, tu bestia espiritual no ha aparecido en mucho tiempo, veremos cómo escapas hoy —dijo Sima Ke.