—¿Me amas, Sam?
Hubo un momento de completo silencio entre nosotros. Lo dije y también se lo pregunté.
Nunca lo negué. Era mi corazón, al que había negado durante mucho tiempo.
No sabía cuándo empezó ni cómo comenzó. Lo que sabía era que nadie me había hecho sentir así, excepto él.
Esa noche él entró en mi vida. No negaría que me asustó hasta perder el juicio. Tampoco negaría que su acción sembró sospechas en mi corazón.
Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, aprendí a apreciar sus pequeños actos de bondad. Mantuve mi promesa esa noche; esa noche capturó el corazón de alguien más y lo destrozó en pedazos.
Esa noche me pidió que lo viera como un hombre; desde entonces nunca lo vi de otra manera. Solo pretendía y engañaba a mis pensamientos, intentando evitarlo.
Pero desde esa noche, empecé a notar sus dulces gestos y acciones reservadas hacia mí. Todo grabado en mi mente que ahora todo se agolpaba en mi cabeza.