El velorio de Lilou

Cuando Sam soltó la noticia, me encontré un poco desubicada. Ninguna criada vino a vestirme o a cepillarme el cabello por la mañana.

Pero me las arreglé sola. Sam insistió en ayudarme, pero me negué.

Observar a las criadas hacer todo me hizo aprender esta tarea. Soy una campesina de nacimiento, una trabajadora. Por lo tanto, era costumbre mía aprender tareas sencillas para añadirlas a mis habilidades, por si acaso.

Encontré a Sam en nuestra alcoba. Me ofreció una sonrisa cuando me acerqué.

—Mi novia es tan hermosa sin siquiera intentarlo —suspiró, viniendo hacia mí hasta detenerse a un paso de distancia.

Mordí mi labio inferior y evité su mirada. —Solo lo dices por decir.

—¿Ha visto él su propio reflejo en el espejo?

—Lilou, mi pequeño amor, nunca estuve tan cautivado por alguien en toda mi existencia. He viajado la mitad del mundo, ¡y nunca conocí a alguien ni la mitad de guapa que tú! —exclamó Sam, dando un paso adelante con los brazos abiertos.