En un tono comprensivo, Lara explicó. Yo permanecí en silencio y la escuché atentamente.
—¿Qué — qué me pasó? —tartamudeé.
—¿Por qué no intentas recordarlo tú mismo? —me ofreció una sonrisa amable.
Lara entonces posó sus manos en el costado de la mesa. Extendió sus manos, esperando la mía.
Miré su palma y luego su radiante sonrisa. Nada malo pasaría, ¿verdad? Con hesitación, aun así deslicé mi palma en sus manos.
Son realmente suaves y frías.
Lentamente, Lara envolvió sus dedos alrededor de mi mano.
—Estate tranquilo.
Al oír su consejo, estabilicé mi respiración. Cerrando mis ojos mientras reunía mis pensamientos dispersos.
La belleza de Lara era demasiada distracción. No quería mirarla ahora para poder concentrarme.
A medida que mi respiración y hombros se relajaban, mi mente se desplazaba a lo que me había pasado.
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