Ilusiones

—No hagamos el amor —me atreví—. Follémos... duro.

Los ojos de Sam se oscurecieron aún más con el deseo. Eso es lo que quería. Ahora tenía sentido por qué parecía tener problemas en Whistlebird.

Tenía que luchar contra sus propios demonios. Debería habérmelo dicho. Pero realmente no podía culparlo.

La medida de cuánto y durante cuánto tiempo los vampiros podían aguantar me seguía siendo desconocida. Decían que un vampiro tenía un deseo insaciable.

Por eso podían durar días sin parar. Aún no podía comprender totalmente la pintura de beber la sangre de alguien para tomar fuerza.

Pero ahora no necesitaría eso, ¿verdad?

De repente, Sam se mordió el pulgar con sus colmillos.

—Toma un poco —cuando la sangre apareció en su pulgar, me lo ofreció—. Lamelo.

La voz de Sam era plana, pero sus ojos centelleaban con fascinación. Estaba emocionado.

—¿Tu sangre...? —levanté las cejas mientras desviaba mi mirada de su pulgar a sus ojos.