En los terrenos de entrenamiento, mientras revisaba las espadas de madera, eché un vistazo a Sam. Estaba enfurruñado en un rincón, dibujando círculos con su dedo.
No pude evitar sonreír. Sam no era el tipo de persona que maquinaba.
Sus métodos eran demasiado directos. Si mata, mata con o sin público. Por eso perdió.
No es del tipo que planea con anticipación como el rey porque es fuerte. Pero por eso ocurrió ese incidente.
Aunque, si ese incidente no hubiera ocurrido, habríamos entrado ciegamente en la capital. Una tierra llena de vampiros, los enemigos de Sam, además.
Me sentí un poco culpable por aceptar su oferta, sabiendo que estoy a pasos del punto de inicio. Sin embargo, nunca volvería a tener esta oportunidad de oro.
—Levántate, mi señor. —Después de recoger dos espadas de madera, le lancé la otra.
La espada de madera aterrizó perfectamente a su lado. Sam la miró mientras el polvo del suelo se levantaba.