—Manejando Lakresha... No solo intensificaba mis emociones negativas dominantes. Manejarlo me hizo darme cuenta de que apuntaba a matar la maldad.
—Sam olía a sangre y muerte. Lakresha me decía que Sam no debería haber existido. Que era lo correcto matarlo ahora, antes de que fuera demasiado tarde.
—¿Qué había justificado la hostilidad de sus hermanos hace mucho tiempo?
—¿Pero cómo podía hacer eso?
—¿Cómo podía dejar que esta maldita Lakresha me dijera qué estaba bien y qué mal? ¿Cómo se atreve esta arma a mandarme?
—La odiaba.
—No sabían nada. Ni la familia real ni Lakresha. No sabían nada.
—Puede que no lo conozca completamente. Pero mi corazón sí.
—¿Y qué? —pregunté, casi haciendo un puchero—. ¿A quién le importa si eres lo peor? ¿A quién le importa si todos piensan que no deberías haber existido? ¿Importa más su opinión que la mía?
—Sus labios se entreabrieron, pero no salieron palabras. El sonido de la brisa matutina silbó suavemente en mi oído.