—Bailamos un vals por el pasillo en silencio —eché un vistazo a su lado, apretando los dientes en secreto.
—¿Qué hizo él para que yo le obedeciera? No importa cuánto intentara gritar por dentro, me sentía impotente. Mi mano en su agarre no se movía, por mucho que quisiera apartarla.
—Esto es ridículo —murmuré a través de mis dientes apretados.
—Le lancé una mirada furiosa, mofándome con desprecio. Era verdaderamente ridículo.
—Esteban me miró con indiferencia —¿Lo es?
—Déjame ir —exigí, desviando mi mirada hacia su mano que sujetaba la mía.
Pensé que ya había tenido suficiente por hoy. Creer que Hanz sería el peor encuentro del día me demostró que estaba equivocada.
Este Rey, la aparición de Esteban, era lo peor. Le estaba obedeciendo en contra de mi voluntad. ¿Era esto lo que significa ser engendrado?
Sonreír a alguien sin mi conocimiento, decir lo contrario a lo que quería y actuar contra mi voluntad. Era... aterrador.
—Ohh… así que así es —Esteban asintió entendiendo.