Desamor y Aflicción

Cassara se paró frente a él en su camisón de seda ajustado y revelador, dejando expuestos sus hombros y la parte superior de su pecho, que caía en drapos hasta sus piernas.

—Pero, mis preocupaciones serán aún mayores sabiendo que has sido privado. Así que, solo toma un bocado, Infierno. No me importa y guardaré este secreto entre nosotros —Cassara aleteó coquetamente sus pestañas, deslizando sus dedos por su hombro.

Ella lo había deseado durante mucho tiempo. Cassara nunca quiso a otro hombre que no fuera Samael. Incluso cuando era niña, lo había admirado y prometido estar a su lado y ser la fuente de su felicidad.

Era un sueño simple, una ambición que quería en esta vida. ¿Trono? ¿Poder? No tenía el menor interés en esas cosas. Lo único que quería era que Samael la encontrara deseable. ¿Era eso pedir demasiado?

—Toma un bocado… —Samael repitió mientras sus ojos se entrecerraban, escaneándola con desinterés.