Mientras tanto, los ojos de Rufus brillaban, mirando hacia adelante mientras acompañaba a Kristina de regreso a sus aposentos.
—¿Qué sabes? —preguntó en un tono bajo y amenazante.
Kristina tragó saliva, tomando una respiración profunda mientras el dolor dentro de ella disminuía lentamente. La presencia de Samael era demasiado fuerte para portadoras como ella y no atacarlo como lo deseaba su arma tenía una dolorosa repercusión.
—No sé nada, señor —respondió en voz baja.
Rufus soltó un suspiro superficial. —Supongo que ya sabes la razón por la cual su gracia nunca visitó la Orden.
—Sí, señor. —Kristina miraba hacia abajo, observando sus pies mientras caminaban por el pasillo—. El Duque Samael sigue siendo una amenaza para este reino... su aura destila un deseo por la caída de esta nación.
—Entonces, ¿por qué resististe a tus instintos? —preguntó sin darle una sola mirada.