Abrí los ojos lentamente y me encontré con el par de orbes carmesí que flotaban sobre mí. Tener esos sueños recurrentes casi todos los días y noches poco a poco me adormecieron, aunque seguían siendo tan agotadores como siempre.
—¿Sueños otra vez? —preguntó Sam, apartando los mechones de mi cabello de mi frente y añadió:
— Ahora los manejas bien.
—¿Estuve fuera mucho tiempo? —fruncí el ceño, ya que no esperaba despertarme en su regazo después de una siesta.
—Sí. Durante diez días —Sam juntó los labios por un momento y respondió.
Mi mente se cortocircuitó por un segundo, procesando sus palabras para darles sentido. ¿Dijo diez días? ¿Cómo era eso posible? Sollocé y solo entonces me di cuenta de que él estaba jugando conmigo mientras se reía entre dientes.
—Te odio —chasqueé la lengua mientras mi expresión se desvanecía en un instante.