El príncipe maldito

Cuando Yul y yo llegamos, nos quedamos inactivos y me acompañaron alrededor. Solo hicimos un breve patrullaje, si es que eso se consideraba un patrullaje, ya que no prestamos mucha atención.

—Te vas en la peor temporada —dijo Yul en cuanto regresamos a mis habitaciones. Tomó asiento en la silla frente a mí.

—Mildred. Té, por favor.

Mildred inclinó la cabeza y se fue sin hacer ruido. Una vez cerró la puerta, volví mi mirada hacia Yul.

—¿Podrías cuidar de ella? —pregunté, algo preocupada por lo que le podría pasar una vez que nos fuéramos—. No me preocupo por Lena, pero Mildred seguro tendrá problemas. Después de todo, ella es mi dama de compañía.

Yul me miró antes de chasquear los labios. —Todo lo que puedo hacer es conseguirle un castigo menor, pero si el rey ordena su muerte, no puedo intervenir.

Fruncí los labios en una línea delgada. Entendí su punto ya que intervenir para salvar a Mildred levantaría sospechas. Que Yul interfiriera con el resultado ya era arriesgado para él.