Una charla de corazón a corazón entre hermanos II

—Detente, Esteban. No sigas los pasos de tu padre. —Un leve suspiro escapó de la nariz de Esteban mientras encontraba ridículas las palabras de Samael. Pensaba que eran importantes, pero parecía que estaba equivocado.

—No sigo los pasos de nuestro padre, Infierno. Por favor, no me insultes así. Realmente duele —expresó Esteban sin sentimiento, como si la idea de ser comparado con su condenado padre fuese más irritante que cualquier insulto.

—Mi hermano, como he dicho, estoy aquí para cumplir mis deberes como tu atento hermano mayor. No tientes demasiado tu suerte —el tono de Samael era firme y sincero, mirando profundamente en sus ojos con la esperanza de tocar el corazón podrido de Esteban—. Llamar a la puerta de la muerte es fácil, pero lo que hay más allá de esa puerta es algo que tú y yo desconocemos.

—¿Tú y yo? —Esteban soltó una risita mientras negaba con la cabeza—. Suponía que ya sabías lo que había detrás de esa puerta, pero por lo visto, soy el único que estuvo allí.