Todo fue tan caótico ese día. Eso fue todo lo que pude recordar… porque eso es todo lo que escuché mientras estaba encerrada en esta mazmorra. Nunca estuve en un lugar como este. Un lugar donde no había luz ni sonido.
Solo oscuridad, silencio y yo. Una representación perfecta de mi corazón.
Vacío.
Entumecido.
Nada.
A pesar de eso, no derramé una sola lágrima. Me contuve. No importa cómo este silencio ensordecedor trate de matar mi espíritu, no me rendí. La otra mitad de mi cerebro me decía que estaba en negación, mientras que la otra parte me decía… lo mismo.
«Estoy perdiendo la cabeza». Me dije a mí misma, riendo ante la idea. «Pero una mente loca… es justo lo que necesitaba».
Uno me condenaría por el tipo de esposa que me había convertido. Una persona que apenas derramó una lágrima por la muerte de su esposo, pero eso no importaba para mí.