Esteban fue lo suficientemente considerado como para mantener el palacio del tercer príncipe para que yo y mi gente nos quedáramos. Sin embargo, era consciente de su motivo subyacente. Quería que todos estuvieran fuera de alcance una vez que me reclamara. Así, podrían escuchar, oler y saber que era suya. Me burlé mientras paseaba por el pasillo del palacio del tercer príncipe. No me ofrecieron un mayordomo para asistir en estos aposentos, ya que me quedaba en este lugar por mucho tiempo.
—Puedes ir a tus aposentos, Klaus. No necesitas acompañarme todo el camino a mis cámaras —sugerí, mirando por encima del hombro mientras Klaus caminaba detrás de mí.
—Dominique perdió un brazo, pero no perdió el tacto en su agarre. Parece como si toda su fuerza se hubiera trasladado a esa mano que le queda —murmuró Klaus en tono bajo, ignorando mi sugerencia.