¿No me delatarás?

—Ve y ayúdala con su vestido de noche —dijo Reinjie—. Deberíamos parecer una familia allí.

—Oh por favor, ¡Reinjie! Todos saben cuánto nos disgustaba Adriana. No es como si no fuera un secreto a voces —replicó ella.

—Haz lo que dice Reinjie. Aunque todos lo sepan, tienes que ir para hacer creer a la gente que hemos cambiado —gruñó Kuro.

Kayla sentía envidia de Adriana – envidia de que una chica sencilla como ella que solo estudiaba pudiera convertirse en la esposa del alfa supremo, Dmitri. Kayla ni siquiera quería ver su cara, y mucho menos ayudarla a vestirse. Pero porque Kuro quería que ella fuera, fue al palacio. Cautivada por su arquitectura interior y el mobiliario, caminó, mirando alrededor hipnotizada, hasta que se topó con alguien.

—Oh, lo siento —se disculpó. Cuando levantó la vista, vio que era Cora.

—Buenos días —saludó Kayla. Por el incidente de la noche anterior, sabía que a Cora no le gustaba Adriana.

—¿A dónde vas? —preguntó Cora severamente.