Isidorus apartó la mirada de ellos. Apoyó su cabeza sobre la rodilla y atrapó su barbilla con su mano mientras miraba hacia los jardines. Sabía que tendría que soportar a Dmitri en el futuro. Tras una breve pausa incómoda, volvió a hablar. —Adriana, tenemos que encontrarnos con los ministros del reino de los magos. Todos están ansiosos por conocerte. Una vez que todos te hayan conocido y hablen contigo, podemos proceder con la coronación.
Adriana se sintió turbada. Se puso nerviosa. Se sentía tan insignificante frente a todos los eventos que estaban teniendo lugar delante de ella. Al ver su nerviosismo, Isidorus le preguntó, —¿Qué sabes sobre los hechizos?
Ella negó con la cabeza, —Nada...
—¿Ni un solo hechizo? —preguntó él, perplejo.
—No...
—Entonces, ¿cómo haces magia?
—Sólo pienso en algo, apunto mi dedo hacia lo que sea o a quien quiera que quiera lanzarlo, y la magia sucede...
—¿No conoces los nombres de ningún hechizo?
—No...