Llevaba una toalla y no parecía tener más de diez años. —¡Nefasky! Tonta —le gritó y le lanzó un palo de su colección—. Acabo de salir del baño. ¿Por qué has entrado en mi habitación? ¿No te dije que te mantuvieras alejada ayer?
Ese era el hermano de diez años de Nefasky. Sus padres le habían dado un cachorro como mascota que habían traído del reino humano, el cual estaba acostado en su cama con la barriga hacia arriba. El niño estaba bajo la impresión de que una varita está hecha del mejor madera y por eso coleccionaba un montón de ellas.