Li Hao había, en un instante, lanzado cientos de puños, golpeando los tentáculos del Santo Demonio.
Su cuerpo parecía destrozado, su carne desgarrada por la fuerza resonante de los tentáculos que excedían su tolerancia.
Si su cuerpo no fuera casi tan resistente como un Arma Divina de nueve veces y no estuviera en un Estado de Poder Divino, solo el barrido de los tentáculos lo habría desintegrado instantáneamente.
Dentro de la enorme mandíbula, que parecía un abismo sin fondo, Li Hao había caído durante mucho tiempo antes de estrellarse en un lugar oscuro y pegajoso sin un final visible.
Todo su cuerpo se abrió, con solo tendones envueltos alrededor de sus huesos como un cadáver esquelético esperando la muerte, yaciendo en este abismo.
La boca gigante se cerró, tomando el último destello de luz y sellándolo.
Pero solo unos segundos después, de repente, Li Hao sintió que su cuerpo seguía cayendo rápidamente.