—Qinghua es una muy buena amiga mía. Estoy muy agradecida contigo por cuidarla. Quiero brindarte también. —Shi Jin tocó ligeramente la taza de café.
Su sonrisa era ligera, pero había un encanto indescriptible en sus movimientos. Sostenía la taza de café como si estuviera sosteniendo una copa de vino fino.
Hu Guangquan había oído hace mucho que Shi Jin era una flor intocable en la industria del entretenimiento y que Yao Jiahong la cuidaba muy bien. Nunca tenía escándalos y solo se apoyaba en su talento para ganarse la vida.
Al mirarla, cada fruncimiento de ceño y sonrisa mostraban claramente que era extremadamente seductora. Claramente, los rumores no podían ser confiables.
Quizás los métodos de Shi Jin eran demasiado sofisticados. O más bien, no había mucha gente que pudiera motivarla. Por eso la gente pensaba que era inocente, ¿verdad?
Con este pensamiento en mente, Hu Guangquan sintió que su carisma era lo suficientemente extraordinario como para tentarla.