Esperando a Yiling

Mientras el Abuelo Jian hablaba, sostenía una orquídea en sus manos. Acunaba la planta en maceta y parecía estar increíblemente preocupado por la flor en sus brazos.

—¡Viejo! ¿Por qué no te preocupas por los asuntos de tus nietos?! ¿De qué sirve preocuparte por tus malditas orquídeas?! —gritó la Abuela Jian con rabia.

—¿Qué quieres decir con malditas orquídeas? ¡Yiling salvó esta orquídea para mí! Casi se murió hace un tiempo. Había perdido toda esperanza por ella. Sin embargo, nuestra querida la revivió. ¡Le llevó una semana entera revivirla! ¿Cómo no voy a valorar esta orquídea!? —respondió el Abuelo Jian con firmeza.

—El Abuelo Jian refunfuñó de vuelta.

Las orquídeas eran preciosas. ¡Sin embargo, el amor y el cuidado de su nieta eran aún más preciosos!

—Oye, viejo. Si tu nieta salva tu preciada orquídea, ¿no deberías entonces preocuparte por sus asuntos? —dijo la Abuela Jian insistiendo.