—Su Alteza, ¡estoy ansiosa por ese día! —respondí.
—Delia... —El Príncipe Kral parecía estar al borde de decir algo más, pero en ese preciso momento, un ligero golpe sonó en la puerta del carruaje.
—¿Qué pasa? —El Príncipe Kral giró la cabeza, su impaciencia evidente.
—Su Alteza, hay un asunto que necesito informarle... —Reconociendo la voz como perteneciente a un soldado, aproveché la oportunidad y le di un suave empujón.
—Su Alteza, debería atender sus deberes. Puedo arreglármelas con mi comida por mi cuenta. —El Príncipe Kral me miró intensamente y murmuró:
—Puedes pedirle a Vivian que te haga compañía. —Con un asentimiento mío, se alejó, empujó la puerta del carruaje y salió.
—¿Quién es? —pregunté, proyectando mi voz hacia el espacio exterior.
—Delia, soy Vivian —respondió la voz exterior—. ¿Puedo entrar?
Al escuchar la voz de Vivian, una ola de alivio me invadió. Me acerqué a la puerta y la abrí, diciendo: