51 Una vida por una vida

—Su Majestad, la doctora está aquí —susurró la criada, arrodillada con la cabeza gacha.

—Me recosté en el banco, puse una mano en mi sien, cerré los ojos y le hice una señal. —Déjenla pasar.

—La criada dejó la habitación y una mujer de mediana edad vestida de gris entró con una caja de medicinas.

—Su Majestad, es un honor tener la oportunidad de servirle —dijo ella, arrodillándose en el suelo, inclinándose de manera humilde.

—Mi dolor de cabeza no me ponía de ánimo para hablarle educadamente. —Levántate.

—Sí, Su Majestad —se levantó, rígida, como si no supiera cómo estar en mi palacio.

—¿Escucho que su padre es bueno en acupuntura? —Sí, mi padre fue al este cuando era joven y estudió acupuntura.

—¿Usted sabe de acupuntura? —Crecí con mi padre. Puedo tratar algunas enfermedades con acupuntura.

—Cada vez que llueve, me duele mucho la cabeza. He tomado mucha medicina y no funciona. Ahora quiero probar la acupuntura. —Haré todo lo posible, Su Majestad.