Punto de vista de Sibila
Para ocultar nuestras identidades, nos vestimos con ropa simple de arpillera y condujimos un carruaje de dos caballos y cuatro ruedas, fingiendo ser una familia ordinaria haciendo negocios.
Durante los primeros días, todo salió bien. Cada noche al atardecer, golpeábamos educadamente en la puerta de una familia y preguntábamos si podían hospedarnos por una noche. Excepto por algunas personas que nos miraban con recelo y cerraban la puerta de inmediato, la mayoría de los aldeanos eran muy serviciales, proporcionándonos no solo una cama cálida sino también cocinándonos comida deliciosa.
A cambio, Dalena los trataba, les daba medicinas para curar sus enfermedades o algo de dinero.
Esta tarde fuimos a un suburbio. Estaba cerca de la frontera, por lo que había pocos residentes y nos llevó mucho tiempo encontrar uno.