La ira de Vince casi incendió la sala de operaciones.
Mirando la ropa desgarrada en el cuerpo de Lidia, los ojos de Vince se movían como cuchillos afilados sobre los médicos que estaban agachados y temblando en el suelo.
—¿Quién hizo esto?
Nadie se atrevió a responderle.
La voz de Vince se hizo más fuerte.
—Dije, ¿quién hizo esto?
El cuerpo de un doctor temblaba tanto que tartamudeó. —Yo... lo siento...
Vince se acercó a él y preguntó con un tono calmado:
—¿Con qué mano la tocaste?
El aura gélida alrededor del cuerpo de Vince asustó al médico, y su cuerpo se inclinó aún más, temblando mientras extendía su mano derecha.
—¡Ah! —hubo un grito, el rostro del médico estaba pálido, y el sudor frío le resbalaba por la frente.
El pie de Vince fue tan duro que aplastó la mano derecha del médico.
—Deberías sentirte afortunado de ser el médico personal de nuestra familia, de lo contrario tu mano ya habría dejado tu cuerpo.