En la sala de conferencias, Gwen miró a Ulric con emociones mezcladas y no habló.
En su momento más solitario e indefenso, él había acudido en su ayuda.
No solo la ayudó con su mayor problema, sino que también anunció que Perla era su hija y afirmó ser su esposo.
Esposo... Gwen nunca pensó que tendría un esposo frente a ella, ayudándola a defenderse de la malicia y el daño.
Ulric la miró a los ojos, dio un paso más cerca de ella, inclinó su cabeza y puso su rostro junto al de ella.
—No creas que te perdonaré aunque me mires con esos ojos.
Las palabras de Ulric seguían siendo frías y determinadas, pero había una ternura en ellas, como si le dijera a Gwen: Ven y consuélame.
Los ojos de Gwen estaban un poco rojos; ella era una chica fuerte que nunca había llorado delante de nadie desde que era adulta. Giró la cabeza, intentando forzar las lágrimas de vuelta.