Kevin Bell no esperaba que William Hale estuviera allí y se quedó momentáneamente atónito.
—¿Por qué no hablas?
—Señor, señor Hale... —Kevin Bell estaba maldiciendo vehementemente hasta que oyó su voz y de repente se quedó sin fuerzas—. Esto es un asunto privado entre Zoe y yo como padre e hija. Es inapropiado que usted se involucre.
—Pero soy yo quien tiene que proporcionar el dinero, ¿no puedo preguntar al respecto?
—Por supuesto, puede preguntar.
—Si quieren dinero, vengan directamente a mí.
Habiendo dicho eso, William Hale colgó el teléfono.
Zoe Bell originalmente no quería molestar a William Hale. Cincuenta millones quizás no sean mucho para él, pero ella quizá nunca ganaría tanto en su vida y no podría pagárselo.
Lo que le debía solo aumentaría.
Había consultado a un abogado para calcular, si iba a juicio, tendría que pagar a Kevin Bell y su esposa una suma de dinero, ya que, de hecho, habían gastado dinero en ella a lo largo de los años.