Cuando el viento otoñal sopló, Guillermo Hale sintió un escalofrío que le invadía todo el cuerpo.
El tan llamado plan largamente acariciado.
Se ideó meticulosamente, paso a paso, se gestionó con esmero y se planeó con cuidado. Ella fue forzada a dejar su hogar, cada paso orquestado por él.
Estaría asustada, estaría enfadada, era lo natural.
—Señor Hale, ¿me quiere tanto? —preguntó Zoe Bell con indiferencia.
—Ya te lo había dicho antes, mis sentimientos hacia ti siempre han sido un plan largamente acariciado, pero en ese entonces, no me creíste —respondió él.
Guillermo Hale sintió la sequedad en su garganta. Levantó la vista hacia la luna, tan llena, pero tan distante y etérea.
Como su propio matrimonio...
Sin una base de emociones, no era sólido, era insustancial.
En ese momento, Wyatt Hale, que había salido a espiar, estaba perdiendo la paciencia.
No se atrevía a acercarse demasiado. Desde lejos, no podía oír con claridad.
El problema más crítico era: