El hombre que casi había sido golpeado también se tambaleaba alejándose, mientras Hannah Johnson estaba empapada en alcohol, mirando a la persona frente a ella, su mente un torbellino.
—¿Por qué tenía que ser él otra vez?
—¿Era esta la tercera vez, verdad?
—Qué clase de destino era ese para seguir encontrándose con él.
—¿Era todo solo una coincidencia?
Pero su cabeza estaba pesada ahora, así que no tenía energía para pensarlo bien.
Al verlo de tan cerca, notó que el hombre era verdaderamente guapo, con largas pestañas y ojos brillantes, su cabello suavemente caía sobre su frente como un canino obediente.
El corredor estaba débilmente iluminado y borroso, y cuando sus miradas se entrelazaron, había una indescriptible intimidad en el aire.
Hannah acababa de notar que su mano todavía estaba en su cintura, cálida al tacto.
—Él ya había retirado su mano —actuando con restricción, distante y educado.