El cielo estaba brumoso; un filo de luna colgaba blanca.
Las estrellas eran escasas, dispersas a través de la expansiva y frígida brisa nocturna de las montañas que helaba hasta los huesos. Guillermo Hale llamó a Zac Cruz, pidiéndole a él y a Kyle Lowe que cuidaran de Liam Hugh, que debió haberse asustado hasta la locura por su tío menor.
Después de todo, había perdido el control de sí mismo, suplicando que su mente no estaba bien y que necesitaba recuperarse en un hospital psiquiátrico.
Cuando Zac Cruz llegó, vio dos coches colisionados, sus carrocerías abolladas, lo que también le dio un susto.
Entonces Guillermo Hale hizo una llamada a su primo.
—¿Cómo está la abuela? —preguntó.
La que más estaba sufriendo era ella.
—No muy bien —respondió su primo—. ¿Ya llegó a casa?
—No, insistió en ir al templo.