¡Que no tenga descendencia alguna! ¡Es simplemente diabólico!

Con el sonido de la puerta cerrándose, llegó la voz de un hombre.

—Señorita Johnson, ¿qué pasa? —preguntó.

Hannah Johnson levantó la vista para ver al señor Grant entrar, con un cigarrillo medio fumado colgando de sus labios, su expresión de sorpresa pero sus ojos rebosantes de risa triunfal, una sonrisa tirando de las comisuras de su boca —¿Necesitas ayuda?

—¡Cómo te atreves! —Hannah apretó los dientes.

Intentó estabilizar su respiración, apoyándose en el tocador, sus manos sujetando fuertemente su bolso.

—No quería que fuera así —habló el señor Grant mientras chupaba de su cigarrillo, exhalando nubes de humo. El aroma del tabaco ahora había llenado todo el baño, denso y sofocante—. Pero tras una cuidadosa consideración...

—Esto es arriesgado, pero las ganancias podrían ser enormes una vez que tenga éxito.

Hannah tomó una respiración profunda, sus dedos cerrándose fuerte.

Sus uñas se clavaron en sus palmas.