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Realmente, Abel no quería que la Gran Duquesa Edwina matara al Príncipe Adolf por su culpa. Sabía que era poco realista matar a una persona de tan alto rango, pero al menos quería que él supiera de dónde provenía la amenaza.

Quizás a los ojos de la Gran Duquesa Edwina, él era solo el novio de Loraine, quien también era un alquimista con alguna habilidad especial. Solo un poco de respeto y beneficios era suficiente para que trabajara para el Palacio Ducal.

—Dile a la Gran Duquesa Edwina que lo aprecio —dijo Abel—. Además, dile a la Dama Carrie que complete nuestro intercambio rápidamente. Abel no dijo mucho sobre las 28 cabezas que el Mayordomo Derek había traído. Su voz sonaba muy monótona como si él y Derek fueran solo socios comerciales, en lugar de amigos cercanos.