Abel le dijo a Bartoli:
—Conseguiste un permiso temporal, ¿verdad, Bartoli? Me acaban de decir que puedes traer a cinco personas contigo para vivir en la ciudad.
—¡Sí, Maestro! —Bartoli hizo una reverencia—. Reharé mi identificación. Por favor, espera un momento.
Después de que Bartoli rehizo su identificación como la sirviente de Abel, regresó con Abel con su nueva tarjeta de identidad.
—¡Estoy tan contenta de que me lo dijeras a tiempo, Maestro! —Bartoli le dijo a Abel—. Sé que me diste muchas gemas intermedias, ¡pero casi me gasto veinte solo allí! ¿Puedes creerlo? ¡Veinte por diez días!
—Eso tiene sentido ahora —respondió Abel, luego se frotó la barbilla con la mano—. Así que por eso me ofrecieron diez mil hace un momento. Pensaron que yo era un chico joven del que podían aprovecharse.