Abel no estaba mintiendo cuando dijo que no tenía planeado robar. Si todas las criaturas infernales en un área desaparecían, nadie la ocuparía. Si no había nadie allí, entonces estaba bien que Abel la reclamara. Tenía sentido. Usó el punto de referencia para dirigirse a la fuente con los tres arqueros. Tenía seis metros de altura, y a pesar de todos los años, todavía seguía lanzando chorros de agua hacia el cielo. ¿Y de quién eran estos arqueros una representación? Si Abel tenía que adivinar, diría que pertenecía a tres Amazonas. Debían haber sido muy buenas con las flechas. Al observar más de cerca estas estatuas, podía decir que era una imagen de ellas preparándose para su próxima ola de ataque. Las líneas. Los detalles. Eran todos tan elegantes. Aprendió a hacer estatuas antes, así que sabía lo genial que debía haber sido el creador de esta pieza.