Reina Demonio Anderial

Abel se paró frente a la gigantesca puerta curvada y murmuró: «¡Reina Demonio Andariel!».

Tan pronto como pronunció esas palabras, el ambiente a su alrededor comenzó a temblar. Sentía que el mundo entero estaba presionándolo.

Nunca pensó que un nombre tendría un efecto tan fuerte. La única vez que sintió que el mundo lo presionaba fue cuando estaba a punto de convertirse en un mago oficial. Si no fuera por el núcleo de dragón, ya podría haber muerto.

Por suerte, la presión en esta ocasión solo duró unos segundos. El nombre estaba prohibido en este mundo.

Abel dejó escapar un largo suspiro de alivio. Definitivamente perdería si tuviera que luchar con esta presión.

Había trabajado tan duro por esto. Había luchado desde el Páramo de Sangre en el Campamento de Pícaros hasta aquí. No se rendiría solo por un nombre.