—Muy aterrador, lo veo.
El Mago Calder no solo dijo eso en voz alta con sarcasmo. Estaba observando todo a través de su pantalla. Los orcos picoteadores tenían una línea de pensamiento directa. Cuando se les decía que hicieran algo, lo hacían sin considerar nada más. Sí, incluso si eso significaba algo loco como sacrificar a miles de los suyos.
El cortafuegos se extinguió casi por completo después de unos minutos. Aun así, algo del aceite de fuego pesado permanecía. El Mago Calder sabía que había algo que podía hacer con él. Era un hombre tranquilo. Después de haber luchado en la pared milagrosa durante cerca de un siglo, tenía un profundo conocimiento de cómo los orcos atacaban sus murallas. Para él, solo era cuestión de prepararse para defender la pared milagrosa.