—Pang Fei, ¡eres demasiado impertinente! —Pang Zihuang golpeó con ira la mesa y dijo furiosamente—. ¿Realmente crees que no te castigaríamos? ¡Si no fuera por el hecho de que no te revolcaste en el lodo con ellos, no te habríamos dejado ir tan fácilmente!
—¡Jajaja! —Pang Fei se rió maniáticamente, las comisuras de sus labios curvadas de forma burlona—. Pang Zihuang, ¿todavía crees que eres el Emperador del País de la Tortuga Negra? Ni siquiera pienses en enviar palabra al Cabeza de la familia Xia en lugar de Pang Ran. El Joven Maestro de la familia Xia está gravemente enfermo y ese anciano no tiene tiempo para ocuparse de ti. Yo, sin embargo, ya he recibido la promesa del Segundo Maestro de la familia Xia. Basado en la situación actual, tiene pleno poder para tomar la decisión y pronto el Trono Imperial será mío. ¡Para entonces todos ustedes serán meros prisioneros, jajaja!
Su risa estaba llena de alegría, pero sus ojos estaban llenos de resentimiento.